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sábado, 24 de septiembre de 2022

Murcia Conecta especial Sumaje

Este jueves participé en el programa Murcia Conecta de 7TV Región de Murcia con motivo del fallecimiento de Sumaje. Aquí os dejo el corte de mi intervención junto a Encarna Talavera, presentadora del programa, en la que ya os adelanto que hay dos erratas: cambiarle el nombre a Eduardo VII por Enrique y llamar "animales" a los alemanes (Ich entschuldige mich!).

¡Espero que os guste!




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domingo, 24 de julio de 2022

Capítulo 8. Isabel II, Sumaje para los amigos (I)

Elisabeth Alexandra Mary nació en Mayfair, Londres, el 21 de abril de 1926, aunque suele celebrar su cumpleaños en junio, porque así le coincidía ya con el curso acabado y nadie le ponía la excusa de que tenía que estudiar para no ir a su cumple. Lo de que es para asegurarse el buen tiempo es lo que se inventaron después, pero hacedme caso que es por esto que os digo. Su primera infancia fue muy tranquila, tenía los mejores maestros de Inglaterra, jugaba con su hermana Margarita y sus días transcurrían felices, sin más preocupaciones que ganar a los cromos. 

Elisabeth, más conocida como Lilibeth, feliz de la vida

Cuando apenas tenía 10 años, la vida de Lilibeth, cambio radicalmente. Pasó de ser la sobrina del rey de Inglaterra a la heredera al trono y eso, quieras que no, te deja tó loco. Desde ese momento, todos se afanaron en educar a la niña para ser una buena reina, lo que obviamente incluía casarla bien, pero en esta familia las cosas salen como salen y la pequeña Lilibeth, con trece añicos, conoció a Felipe de Grecia y Dinamarca, un tiarrón de dieciocho años, alto, rubio, con los ojos azules... y sin un duro. Su tío, el rey Constantino I de Grecia (de aquí que sea familia de nuestra reina Sofía) fue obligado a abdicar, toda la familia del rey fue expulsada de Grecia y la madre de Felipe se metió a monja. Su padre prefirió gastarse los dineros en los casinos, dejando a la familia en la ruina. Un movidón que te lo cuentan en una novela turca y te da la risa de lo exageraos que son, pero chica, estas cosas, pues pasan. 

Aquí, a punto de conocer a mi crush

La familia de Felipe también tuvo sus más y sus menos con su apellido. Resulta que este no era otro que Battenberg (monte Batten, en alemán), pero su abuelo, al igual que hiciera el abuelo de la reina Isabel, lo "britanizó", convirtiéndolo en Mountbatten y asunto arreglado. Como el chico era de familia noble y Lilibeth no necesitaba casarse por dinero, su padre, el rey Jorge VI les dio su bendición y los chicos se casaron en 1947. De los 74 años que estuvieron casados (Mari, se-ten-ta-y-cua-tro), felices, lo que se dice felices, fueron los cinco primeros, más o menos hasta que la reina subió al trono en 1952. A partir de ahí, la cosa comenzó a torcerse y es que en una época en la que las mujeres llevaban las zapatillas a sus maridos al sillón, no debía ser muy fácil estar casado con la soberana de medio mundo.

Sumaje, celebrando su cumpleaños en el Burger King

La ascensión al trono de la reina Isabel fue el primer escollo que tuvo que superar la pareja. Como sabéis, los reyes y reinas, al igual que el papa, tienen la posibilidad de cambiar su nombre al acceder a su cargo, lo cual esta genial si te llamas Angustias o Ludovica y tu sueño es llamarte Cayetana. Pero si eres Elisabeth Windsor y estás casada con Felipe Mountbatten en un país en el que las mujeres suelen adoptar el nombre de sus maridos, es una movida de todas, todas. Vamos, que a Felipe le tocó profundamente la moral que su mujer dijera que ella, reina o no, iba a seguir llamándose Elisabeth Windsor, Elisabeth II para el mundo y Sumaje para los amigos y que los hijos que tuvieran, también se iban a llamar Windsor. A partir de la coronación de la reina, Felipe se vio obligado a dejar la Marina y dedicarse al dolce far niente, o sea, a ser consorte. Planazo, si eres Melania Trump, pero jodienda si eres hombre en la década de los 50. Para que no diera mucho el follón, la reina lo mandó de gira a hacer no sé sabe muy bien qué y como se aburría, se echó tres o cuatro amantes, aunque esto siempre lo han negado. A su vuelta, la reina le pidió explicaciones, que él solventó con un “qué quieres, hija, si soy el único hombre del Reino Unido que no puede ni darle su apellido a sus hijos”. Para que se le pasase el disgusto, la reina resolvió concederle la distinción de Príncipe del Reino Unido, pero se ve que mucho no le convenció, porque siguió mosqueadísimo hasta que en 1960, le dieron el capricho de que los descendientes de la familia que no fuesen Altezas Reales, podrían llevar el apellido Mountbatten-Windsor. Es decir, por ejemplo, mi Harry, antes de toda la película del Megxit, se llamaba Harry Windsor (o Wales, pero esto os lo explico en otro momento), mientras que su hijo, que no es alteza real (ni lo era antes de la huida de sus padres a EEUU), se llama Archie Harrison Mountbatten-Windsor. Pero para llegar hasta aquí todavía nos queda mucha tela que cortar.

"Pues yo conocía a una que se llamaba Fina Segura y no daba tanto el follón"

A medida que pasaban los años, Felipe se iba encabronando. Vale, sí, había conseguido que sus hijos llevasen su apellido, pero de segundo y no todos, así que feliz, lo que se dice feliz, no estaba. Es por ello que, para ahogar las penas, el hombre se dedicó a coleccionar amantes, entre ellas, la princesa Alexandra de Kent, prima hermana de la Reina. Todo queda en familia, di que sí. Sumaje, como buena reina que es, en lugar de decir "te arrastro", se tragó ese sapo, peeeero dicen las malas lenguas que le pagó con la misma moneda con Porchey, amigo desde la infancia, encargado de sus caballos de carreras y Conde de Carnarvon, dueños del castillo de Highclere, donde se rueda Downton Abbey. Incluso se llegó a rumorear que Porchey era el verdadero padre del príncipe Andrés, pero esto quedó desmentido al tener este un romance con  lady Carolyne, hija de Porchey (suponemos). 

"Felipe, aquí Porchey. No te digo ná y te lo digo tó. Tú mismo"

En realidad, lo que le jorobaba soberanamente (qué bien traído 😉) al duque de Edimburgo era el hecho de ser una figura decorativa, sin ningún tipo de función, así que se propuso modernizar la monarquía y una de las medidas que tomó fue la grabación de una especie de Gran Hermano Royal que se emitió por la BBC en 1969 y que fue visto por más del 80% de la población del Reino Unido. Claro, de aquellos polvos, estos lodos y es que a partir de la emisión de aquel programa, la familia real, que hasta entonces era intocable, se convirtió en objetivo de la prensa rosa, lo que muy probablemente cambiase el rumbo de su destino, como veremos en los próximos capítulos.

La vida de Sumaje, como la de cualquier hijo de vecino, no ha estado exenta de sobresaltos, pero mientras que tus anécdotas son del tipo "un día me devolvieron tres euros de más en el súper y me hice el sueco" o "estuve a punto de ser presidente de una mesa electoral, pero al final me quedé de suplente", las suyas son un poco más en plan "me lo cuentan en una película y no me lo creo". Por ejemplo, en 1964 se descubrió que el conservador de sus obras pictóricas resultó ser, ni más ni menos, que un espía ruso. Se libró de la cárcel porque tenía cierta información que relacionaba al mismísimo duque de Edimburgo con el caso Profumo, otra de espías rusos que ni en una de James Bond. En 1981, un chaval de 17 años que se aburría decidió dispararle con balas de goma, gracias a Dios y en 1982 se encontró a un intruso en su dormitorio de Buckingham. Que tú ponte el plan, Sumaje durmiendo, con los rulos puestos, abre medio ojo y se encuentra ahí a un tipo, mirándola fijamente. Mirad lo que os digo, a mí me pasó una vez lo mismo, solo que era mi hija la que me miraba, y casi me muero, no te digo ná si es un fulano. La cosa no mejoró en los 90. En 1992 se anunció el divorcio de la princesa Ana, la separación del príncipe Andrés, las trifulcas de mis suegros ocupaban las portadas de todos los tabloides y se le pegó fuego al Castillo de Windsor, la casa verdadera de la reina. Vamos, lo que viene siendo un año de mierda, que Sumaje bautizó como su "annus horribilis", que queda mucho más elegante, qué duda cabe. Pero si os creéis que las aventuras de los Windsor acaban aquí, estáis muy equivocados. En los próximos capítulos, veremos las andanzas de los hijos de la reina, que nos van a dejar de pasta de boniato.

"Nene, Felipe, atiende qué bonico lo ha escrito la zagala esta"



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lunes, 25 de abril de 2022

Querida Adriana (otra vez)

 

Querida Adriana (otra vez),

Hoy has manifestado a través de tu Instagram que te gustaría saber qué opina la gente sobre algo que tú has escrito y como soy de esas personas que cree que no cuesta nada hacer feliz a los demás, te voy a explicar mi parecer sobre esto que dices de “hacer apología de enfermedades como la obesidad”.

La OMS define la obesidad como una acumulación excesiva de grasa corporal que PUEDE ser perjudicial para la salud. La obesidad es factor de riesgo para algunas enfermedades, pero en sí, no es una enfermedad. Así que, querida Adriana, las personas obesas no sufren una enfermedad por el hecho de estarlo.  

Equiparas la obesidad a estar enfermo y, por tanto, la delgadez a estar sano y te equivocas. Los luchadores de sumo, obesos donde los haya, tienen unos registros metabólicos que para ti los quisieras. Yo misma, con mi talla 46 y mis muchos kilos de sobra, tengo unas analíticas que no las pintan los pintores de bonicas que me salen. Sin embargo, convendrás conmigo en que hay personas muy delgadas con diabetes, con el colesterol por las nubes o con los triglicéridos bailando samba y reguetón. He ahí tu primer error.

Dices también que estar obeso no debería ser objeto de una campaña publicitaria, al igual que estar “en los huesos”, pero lo cierto es que en todo el tiempo que te conozco, jamás te he visto denunciar una campaña publicitaria en la que las modelos estén famélicas, y mira que las hay. No te he visto nunca poner el grito en el cielo por las modelos de la talla 30 de Zara, ni quejarte de los rostros semicadavéricos que se empeñan en destacar. Lo que sí te he visto es hacerte una foto fumando, “pa hacerte la chula”, que diría aquel, pero bueno, imagino que fomentar la salud y los hábitos de vida saludables es algo que te ha empezado a preocupar hace poco, concretamente, cuando has visto a una gorda haciendo publicidad.



Dices que una persona obesa no debería servir como ejemplo estético porque podría dar lugar a equívocos y estamos de acuerdo. De todos es sabido que la obesidad se produce por ese afán que tenemos de imitar a las modelos, mientras que trastornos alimenticios como la anorexia o la bulimia surgen por lo que sea, nunca por tratar de alcanzar unos ideales estéticos en muchos casos irreales y modificados por obra y gracia del Photoshop. De todos es sabido que hay una industria millonaria dedicada a hacer engordar a la gente que, en su ignorancia, ve una foto de una persona obesa y quiere ser como ella. De todos es sabido que nadie nunca se puso a dieta, se castigó sin comer, sin cenar o desayunar durante días o sustituyó sus comidas por batidos, barritas o gelatinas y si alguien lo ha hecho alguna vez, que no lo creo, no será porque en televisión, prensa, publicidad, películas y redes sociales se promueva un cuerpo ideal totalmente irreal, será por otra cosa.

En fin, querida Adriana, me despido ya, pero me gustaría decirte que te entiendo; vivimos tiempos complicados y si para la gente con talento es difícil hacerse un hueco en el mundo artístico, no me quiero imaginar lo que tiene que ser para ti. Así que sí, está bien dar de qué hablar y que se acuerden de uno, aunque sea para recordarle que una cosa que previene la obesidad, la diabetes, el cáncer de mama, de útero y que fortalece el sistema inmunitario es la lactancia materna, en público, en privado o donde a cada una le salga de las narices.

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domingo, 11 de abril de 2021

Capítulo 7. Felipe, el marido de la Reina

El 10 de junio de 1921, encima de la mesa del comedor, venía al mundo Felipe de Grecia y Dinamarca, hijo de la princesa Alicia de Battenberg y del Príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca. Así de primeras nos podríamos imaginar que a Felipe le esperaba una vida de lujos y oropeles, pero la triste realidad es que los padres de Felipe eran pobres como ratas.

El duque de Edimburgo con alrededor de un año.
Hoy en día, Instagram los hubiera sacado de pobres.
Por si esto fuera poco, apenas un año después de nacer, en Grecia se produjo un golpe de estado, el rey Constantino I de Grecia - abuelo de la reina Sofía - fue obligado a abdicar y toda la familia real tuvo que salir por patas, bajo amenaza de ejecución. Tal era la movida que al pequeño Felipe lo metieron en una caja de naranjas, por su propia seguridad. Un follón de narices, vamos. Como su abuela materna era nieta de la reina Victoria (protagonista del primer capítulo de esta saga), la familia tenía buena relación con la casa real británica, lo que le facilitó la huida en el buque de guerra británico Calypso, que los llevó a Francia.

Allí llegaron con una mano delante y otra detrás, pero como hay que tener familia hasta en el infierno, en París se alojaronen una casa que su tía, María Bonaparte (sobrina bisnieta de Napoleón) les prestó. María les dijo lo típico que se dice en estos casos: "vosotros no os preocupéis, lo que os haga falta, el tiempo que haga falta". Ocho años estuvieron acoplados. Ocho años. No consta si María llegó a plantearse llamar a una empresa de esas que te desokupan el piso en veinticuatro horas, pero yo no lo descartaría. 

Durante esta época, Alicia, la madre de Felipe, trabajaba como dependienta en una tienda de productos griegos. Los veranos los pasaban de casa de familiar en casa de familiar, viviendo la vida loca, mientras que el pobre Felipe iba pasando de mano en mano, como la falsa moneda. Claro, con esos mimbres, el arbolico se les fue torciendo un poco y Felipe se convirtió en un niño un poco kamikaze, vamos, un terrorista de la vida. 

- ¿Qué tiran los indios?
- ¡Flechas!
- ¡Pues pa tu culo van derechas!  
La infancia de Felipe transcurría sin muchos sobresaltos. Con siete añitos, a Felipe lo mandaron a vivir con su abuela materna al palacio de Kensington y luego, con su tío Jorge Mountbatten a Berkshire. ¿Os habéis fijado en que la madre de Felipe se apellidaba Battenberg, pero su tío Mountbatten? Pues tiene su explicación. Alicia nació en el palacio de Windsor en 1885, mucho antes de que tener apellido alemán en Reino Unido estuviera tan mal visto. Unos años después, en 1917, al tiempo que la familia real inglesa cambiaba su apellido de Sajonia-Coburgo a Windsor, el abuelo de Felipe, padre de Alicia, decidía cambiar el apellido de su familia de Battenberg a Mountbatten ("berg" significa montaña en alemán). Alicia, que se había casado con Andrés de Grecia y Dinamarca en 1903 siguió usando el apellido en su versión alemana, ya que en Grecia no le suponía tanto problema. 

"Me estáis poniendo la cabeza loca con tanto cambio de nombre, nenes"
Como decíamos, la infancia de Felipe transcurría tranquila. Bueno, menos cuando sus hermanas se casaron con tres oficiales de las SS, vamos, con tres nazis. Y menos cuando su madre empezó a decir que veía a Jesucristo y se la llevaron interna a un sanatorio mental, diagnosticada de esquizofrenia.  Bueno, y cuando su padre se fue a por tabaco a Montecarlo y se le olvidó volver. Así las cosas, lo mejor que le pudo pasar a Felipe es que decidieran mandarlo al Schule Schloss Salem, un colegio privado en Alemania cuyo principal atractivo es que a su familia le salía gratis, ya que era propiedad de la familia de uno de sus cuñados (sí, uno de sus cuñados nazis). Allí conoció a Kurt Hahn, un pedagogo judío, que se convertiría en su mentor y con el que entabló una estrecha relación de cariño y respeto. Pero como se suele decir, la alegría dura poco en casa del pobre, Hitler llega al poder y a los cuñados de Felipe, lo de estar pagándole un maestro judío al nene, por lo que sea, no les venía bien. 

Allá que cogió otra vez la maletas y junto con su profesor, se marchó a Escocia, donde el señor Hahn fundó el internado de Gordonston, famoso por ser muy estricto y duro. Sin embargo, esto no supuso un problema para Felipe, que pronto se reveló como un consumado deportista, convirtiéndose en capitán del equipo de hockey y de cricket. 



El príncipe Felipe, sentado en el centro de la primera fila. 
Lo que pasó cuando Elisabeth lo conoció, con trece años (no) te sorprenderá.
Quizá el punto de inflexión en la vida de Felipe llegó en el año 1937. Su hermana Cecilia pierde la vida, junto a sus hijos, en un accidente de avión y su tío Jorge Mountbatten, que hasta ahora había sido el responsable de la educación de Felipe, fallece un año después de un cáncer óseo. Su abuela, que ya estaba muy mayor para encargarse de un adolescente, le pidió a otro de sus hijos, Luis, que velase por el pobre Felipe. 

Luis Mountbatten era un personaje en sí mismo del que podríamos hablar largo y tendido, pero si algo tenemos que destacar de él en este momento es el ojo clínico que tenía. La situación era la siguiente: a Luis le habían dejado a su cargo a un chaval de diecisiete años, que se acababa de alistar en la Marina Real y que tenía esta facha:

Está claro que Lord Mountbatten hizo sus cálculos y las cuentas, le salían. Así, en 1939, aprovechando una visita del rey Jorge VI y su familia, incluida la entonces princesa Lilibeth, a la Darthmouth Royal Navy College, Mountbatten se las apañó para presentar a los muchachos. Años después, el príncipe Felipe contaba que no recordaba muy bien aquel encuentro, ni cómo mientras que la familia real navegaba en un yate, él cogió un bote a remo para seguirlos y los saludaba cuando se cruzaban. Una cosa como cuando sales de marcha y "casualmente" te encuentras con tu crush en un bar y luego """casualmente""" (dadme comillas más grandes), te lo vuelves a encontrar en otro sitio. 

A la pequeña Lilibeth, que entonces solo tenía trece años, pero que ya sentía cosas por dentro, se le cayeron las bragas al suelo con aquel muchacho rubio, alto y de ojos azules, pero teniendo en cuenta que la muchacha aún tenía edad de usar calcetas y que la II Guerra Mundial estaba llamando a la puerta, el romance tuvo que esperar.

Durante la Guerra, Felipe sirvió bajó bandera británica en la Marina Real; al principio, lo mantenían un poco en la retaguardia, porque dado que Grecia no había entrado formalmente en combate, hubiera sido un poco embarazoso que un príncipe griego muriera sirviendo en el ejército británico. Sin embargo, cuando en octubre de 1940, Italia invade Grecia, a Felipe le dijeron que "a muerte" y este respondió "os vais a cagar". Durante el transcurso de la guerra, Felipe demostró ser un excepcional estratega y con tan solo veintiún años, se le otorgó el título de teniente primero de la Marina, siendo uno de los oficiales más jóvenes en detentar aquel cargo. 

Al acabar la guerra, la pequeña Lilibeth era una jovencita de diecinueve años que estaba como en La isla de las tentaciones, rodeada de pretendientes. Pero a ella le había hecho tilín aquel muchacho, que tan poca gracia le hacía su madre. Que sí, que era muy guapetón y valiente, pero ni tenía nacionalidad inglesa, ni tenía apellido (se le conocía como Felipe de Grecia). Y lo que sí que tenía era tres hermanas casadas con nazis, un padre vividor y una madre que estaba más pallá que pacá y que ahora decía que se quería meter a monja. 
"Nene, ¿quién dices que se ha prendao de ti?"
Todo esto no iba a ser un impedimento para el amor, así que Felipe cogió el toro por los cuernos, renunció a su nacionalidad griega, a todos sus títulos nobiliarios, se convierte al anglicanismo, solicita la nacionalidad británica y adopta el apellido Mountbatten. Aún así, todavía le ponían pegas al zagal: que si Lord Mountbatten era socialista, que si tenía ideas muy liberales, que a ver si quería meter al sobrino en la familia real como un caballo de Troya que destruyera a la familia desde dentro... Pero Lilibeth estaba totalmente enamorada y no iba a dar su brazo a torcer, así que a su padre, Jorge VI, no le quedó más remedio que claudicar y otorgarle a Felipe el título de duque de Edimburgo, para que la niña no se casara con un "destitulao"

El que la sigue, la consigue.
La boda tuvo que ser mundial. Además de ser la primera boda real retransmitida por televisión, hubo dos recepciones previas en las que la duquesa de Kent sufrió un desmayo y el duque de Devonshire fue víctima de una paliza a manos de un majarajá indio borracho. Las hermanas y los cuñados nazis de Felipe, obviamente, no fueron invitados. 

Los primeros años de la pareja fueron tranquilos. Felipe regresa a su trabajo como oficial de la Marina Real y pasa casi toda la semana fuera, regresando a casa los fines de semana. Felipe prefería estar destripando un barco, que en actos oficiales y dado que Isabel aún era princesa, se lo podían permitir. Llegan a mudarse a Malta, donde Felipe está al mando de un buque, llevando una vida de lo más normal: Felipe trabaja, Isabel va de compras, él es el padre de familia, está al mando, ella vive embobada mirando a su marido. Nacen sus dos primeros hijos, Carlos y Ana, Felipe es ascendido a capitán y compaginan su vida normal con algunos actos oficiales, lo que esperaban hacer durante al menos, quince o veinte años. Pero en 1952, apenas cinco años después de casarse y estando de viaje oficial en Kenia, Jorge VI, padre de Isabel, muere y Felipe cae de repente en la cuenta de que es el marido de la Reina de Inglaterra. Flípalo, chaval. Él, que había cogido aquel avión a Kenia de la mano de su mujer, regresaba a Inglaterra caminando dos pasos por detrás de la Reina de Inglaterra. 

El primer problema con el que se encontraron es que no sabían cómo llamarle. La mujer de un rey es la reina, pero el marido de una reina no puede ser rey, porque el título de rey es de rango superior al de reina, así que una de las primeras cosas que tiene que hacer Felipe, antes de que coronen reina a su mujer, es arrodillarse ante ella en una ceremonia pública, en la abadía de Westminster, para jurar sumisión a la reina y convertirse en su vasallo. 

La muerte del rey y la coronación de su esposa como reina supuso para Felipe el fin de la vida tal y como la conocía: adiós a la Marina, adiós a la libertad, adiós a su mujer. En lugar de aquello, tuvo que hacer frente a una serie de circunstancias que, las cosas como son, a todos nos escocerían un poco. Para empezar, Churchill, que era el Primer Ministro por entonces, le tenía un poco de ojeriza, porque lo consideraba demasiado liberal y muy de izquierdas. Que Lord Mountbatten, su tío y principal valedor, hubiera participado en el proceso de Independencia de la India, tampoco ayudaba mucho a granjearse sus simpatías. 

Así, Felipe tuvo que ver cómo en la primera apertura solemne del Parlamento, el trono del consorte había sido sustituido por una simple silla. Los apellidos de sus hijos también fueron tema de debate nacional, porque mientras que el Parlamento y la Reina Madre sostenían que la casa de Windsor tenía que ser eterna, sin que apellidos ajenos a ella mancillasen su nombre, Felipe se lamentaba de que era el único hombre del Reino Unido al que no permitían legar su apellido a sus hijos. 

Cansado de ser un marido florero, sin autoridad ninguna, al que no dejaban tomar ninguna decisión y cuyas iniciativas por modernizar la monarquía eran ridiculizadas, Felipe se embarcó en una expedición por el mundo con el yate real. Tras meses fuera de su hogar, los rumores de distanciamiento y sobre la fragilidad del matrimonio real eran constantes. Isabel está entre la espada y la pared. Por un lado, su madre y Churchill, que insisten en que su obligación es mantenerse firme en su cargo; por otro, su marido, que está a un cuarto de hora de pedirle una hoguera de confrontación. Isabel elige a su marido y resuelve otorgarle el título de Alteza Real y concede que sus descendientes puedan llevar el apellido Mountbatten - Windsor, con la salvedad de aquellos que fueran príncipes o altezas reales, lo que en realidad es un sí, pero no, porque los cuatro hijos del matrimonio entraban dentro de la excepción. 
La familia Mountbatten - Windsor, en la que nadie se llama Mountbatten - Windsor
Felipe no destacó por ser un padre cariñoso, más bien al contrario. Con Carlos, su hijo mayor, tuvo una relación complicada porque mientras Carlos era un joven sensible e introvertido, Felipe tenía un carácter duro, estricto y era famoso por sus comentarios fuera de lugar y por sus meteduras de pata. Como abuelo, sin embargo, pareció ablandarse y para William y mi Harry ha sido un gran apoyo. De hecho, tras el fallecimiento de su madre, los príncipes aceptaron ir tras el cortejo fúnebre de su madre solo si su abuelo los acompañaba. 

Sin duda, en la vida del duque de Edimburgo ha habido luces y sombras, siempre envuelto en la polémica y las habladurías. Es tal la trascendencia de su figura que en la isla de Tanna, al este de Australia, el duque de Edimburgo es considerado el Mesías, el hijo de Kalbaben, dios de melanesios, los habitantes de esta isla. El duque visitó esta isla en los años setenta y los nativos le regalaron un bastón utilizado para matar cerdos. A la vuelta a Londres, a Felipe le pareció de buena educación enviarles una fotografía con el artilugio, lo que los melanesios interpretaron como una confirmación de que Felipe era el mesías que esperaban. De hecho, están convencidos de que la llegada del primer negro, Barack Obama a la Casablanca, fue gracias a la intervención divina del duque. 

Dios te salve, Felipe, que estás en Londres
Dejando a un lado rumores de infidelidades, anécdotas surrealistas y fabulaciones conspiranoicas, como la que lo señalan como responsable directo de la muerte de la princesa Diana, lo cierto es que el duque de Edimburgo ha escrito algunas de las páginas más destacadas de la historia del siglo XX en general y, en particular, de Inglaterra, quizá no tanto por lo que hizo, sino por haberse convertido de manera tal vez involuntaria en un abanderado del feminismo, respetando y reconociendo el papel institucional de su esposa, aceptando su papel de acompañante y siendo, como la propia reina dijo en sus bodas de oro "su fuerza y su ancla". 

May he rest in peace. 








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jueves, 7 de enero de 2021

La magia hay que hacerla

Yo no sé vuestros hijos, pero los míos están como locos con todo lo que rodea a Harry Potter, así que esta Navidad, Papá Noel y los Reyes Magos han venido cargados de todo lo que os podáis imaginar relacionado con Hogwarts: muñecos, juegos de mesa, libros, pijamas, gorras, calcetines, zapatillas de casa... Vamos, que ahora mismo le tengo a la J. K. Rowling una tirria que no puedo con ella. Eso y su punto de envidia también, las cosas como son, porque hay que ver el imperio que ha montado la tía. El caso es que mis muggles se pidieron un disfraz cada uno y como yo soy muy de venirme arriba, pensé ¿y les vas a poner el disfraz así, a palo seco, sin un detalle, sin su pizca de magia? Obviamente, no y ahí que me fui yo a investigar cómo podía hacerles llegar a mis hijos su carta de Hogwarts. Encontré varios sitios donde poder comprar la carta, pero yo quería algo más personalizado, más casero, así que me decidí a hacerla yo misma. 

Inspirándome en el post de PadresFrikis.com hice mi propia versión de la carta, adaptándola a lo que yo quería y cómo la iba a presentar.

En primer lugar, compré tres cajas en los chinos, de las que tienen las esquinas metálicas. Para darle más realismo al asunto, preferí que las cajas fueran menos decorativas, pero más acordes al propósito que iban a tener, que no era otro que contener los disfraces (bueno, los uniformes), las varitas y las susodichas cartas. Cogí una negra, con relieve como de cocodrilo, una marrón y una granate, o como lo conocemos en mi casa, "color Gryffindor". 


Cada caja contiene lo que se incluye en la lista de material que acompaña a la carta de aceptación en Hogwarts, lista que personalicé y que se compone de una capa negra con el escudo de la casa asignada (Gryffindor para los tres, obviamente), un sombrero negro, un par de guantes negros, libros del curso y varita. Para ponéroslo más fácil, os dejo los enlaces a todo lo que se puede comprar online:

Y llegamos a lo que más nos interesa, la carta. Como os he dicho, yo me inspiré en la de PadresFrikis.com, pero la personalicé usando otros logos que me gustaban más, así como adaptando la lista de material a lo que yo iba a meter en la caja. 

Para la carta, compré papel de pergamino en una papelería; también incluí una lista de material y una comunicación del Ministerio de Magia, que imprimí en papel color crema. En la papelería también compré sobres dorados. 




Como otra cosa no, pero memoria, mis hijos tienen de sobra, añadí una comunicación del Ministerio de Magia en la que explicaba que la carta no llegaba con el tradicional correo de lechuza, sino con los Reyes Magos, y que debido a la situación pandémica las clases se iban a dar online a través de Howarts is here, no fuera a ser que en septiembre me los vea haciendo la maleta para irse de cabeza a la Plataforma 9 3/4, que los veo capaces. 

No hace falta decir que se quedaron pasmados con las cartas, los libros, las túnicas y toda la parafernalia que montamos alrededor porque queridos amigos, la magia existe, lo que pasa que no se hace sola, hay que hacerla. Así que si os animáis, aquí os dejo todo lo necesario y recordad, llevad cuidado o le acabaréis sacando un ojo a alguien. Y sobre todo, no lo digáis mal, que es leviooooosa, no leviosá


  • En primer lugar, descargad la fuente Acceptance letter, que encontraréis aquí
  • Descargad el fichero Word que encontréis aquí. IMPORTANTE: Instalar la fuente que hemos descargado antes de abrir el fichero Word. 
Que lo disfrutéis y ¡un abrazo chillao!




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domingo, 25 de octubre de 2020

Un estilo ecléctico, un aserejé y un buenorro venido a menos.

Esta mañana estaba yo pensando en que existen dos realidades que conviven como buenos hermanos que se odian. Por un lado, está la realidad de Twitter, en la que vamos a morir todos y por el otro, está la realidad de Instagram, en la que a pesar del coronavirus, la vida mola un montón y todos somos guapos y tenemos las casas ordenadas y si hay que hacer cuarentena, pues se hace, pero con desayunos de cafés con leche humeantes y bollitos de canela, acurrucados entre mullidos edredones de plumas y con calcetines gordos de lana. 

Pero sin duda, la realidad que más me gusta, la suprarrealidad, el realismo mágico inconmensurable, está en ¡Hola!. En nuestra revista favorita encontramos un mundo en el coronavirus, sencillamente, no existe. Es como un reducto de paz y calidez en el que la gente sigue yendo a fiestas, paseando por las calles despreocupados, sin mirar a tu alrededor para asegurarte de que nadie invade tu espacio personal de seguridad y en el que la preocupación máxima es si la foto para la sección "Todo esto es mi casa" nos la hacemos amasando pasteles o descalzos con los pies encima del sofá. 

Yo quiero vivir dentro de las páginas del ¡Hola!, así mismo os lo digo. 


Hablando de los millonarios random, esta semana tenemos el gusto de conocer al hijo que Nacho Duato tuvo con el alto de Los Morancos, que lejos de dedicarse al humor o al ballet, decidió consagrar su vida a ser el joyero de la princesa Charlene de Mónaco, entiéndase como joyero el que le diseña las joyas, no es que de repente Charlene sea la Bella, Alberto, la Bestia y este buen señor haya perdido su forma humana para convertirse en una caja guarda joyas con bailarina (esto por parte de su padre Nacho) y vivir como el primo hermano de Lumière, Chip y la señora Potts. Aunque como idea yo ahí lo dejo. 

Lorenz Duato Cadaval, joyero de la princesa Charlene

El caso es que Lorenz, que ha trabajado para Chanel o Louis Vuitton, nos cuenta que la casa la descubrieron por casualidad, en un anuncio (del Idealista o de Milanuncios.com, no detalla esta información) y que tiene un estilo "ecléctico". Por lo general, cuando en ¡Hola! sale esta palabra, malo María, porque suele ser sinónimo de "todo lo que tengo, traigo" o "este estilo se llama ecléctico porque síndrome de Diógenes estaba cogido". Pero las cosas como son, en esta ocasión la casa es bastante mona, aunque claro, alguna cosa que comentar tiene, porque sino no estaríamos aquí, estaríamos viendo el debate de La isla de las tentaciones, aunque de eso ya hablaremos otro día (o no). En primer lugar, me gustaría destacar los sillones de la página 8. Concretamente los dos que os pongo en esta imagen:

A ver, esto será una pieza de arte y todo lo que queráis, pero yo, cómodo, lo que se dice cómodo, no lo veo. Es la típica silla que le ofreces a tu cuñao cuando viene a casa, con la esperanza de que pille la indirecta y se pire cuanto antes, pero ya te advierto que tienes esa batalla perdida, porque el cuñao de verdad, el cuñao premium es inasequible al desaliento y poco dado a pillar este tipo de señales. Pero volviendo a los sillones, he investigado y resulta que son dos piezas de unos artistas brasileños llamados los hermanos Campana, que tú los dejas sueltos un sábado por la mañana en un Ikea y para las seis de la tarde te han hecho cinco o seis obras de arte que ríete tú de Leonardo, Velázquez, Picasso, Dalí y Caravaggio. Para muestra, un botón: 

Tú a los hermanos Campana les das un Toysurs y una pistola de silicona y se mean en los vídeos hipnóticos de "Ideas en 5 minutos" y "Crafty". De verdad, poned "hermanos Campana sillones" en Google y gozad. 

Pero estábamos hablando de Lorenz y si algo tiene Lorenz, son las ideas muy claras, como bien lo demuestra en la página 12. Nos muestra aquí una fotografía de su lecho conyugal, cuya pared adornan unas letras plateadas en las que se puede leer "A la folie". La revista me perdonará, pero es vital que os comparta esta imagen para que sintáis lo mismo que yo. 



Que sí, que ya sabemos todos que esto en francés no quiere decir eso, pero una ante todo en la vida, es española, y sacar el doble sentido - y más si es picantón - a las cosas es uno de nuestros pasatiempos nacionales. 

Continuando nuestro recorrido por las páginas interiores de ¡Hola! nos encontramos que Ben Affleck y Ana de Armas han vuelto a verse, porque por lo visto hacía dos meses que no se veían. O al menos, que no les sacaban fotos juntos y claro, pues la prensa ya especulaba que su relación había pasado a mejor vida. Ahora, una de dos, o sí que están juntos, o si lo han dejado, han quedado como amigos, porque Ben le abre la puerta a Ana con un gesto de broma. Os prometo que esto lo cuenta el ¡Hola! así. 


También os digo que a juzgar por la foto, Ben bien podría estar diciéndole a Ana "que sepas que tu Rosito lo he quemado en la hoguera". Aunque sin duda, el reto en esta noticia está en ver la camiseta de Ben y no pensar "ja deje tejebe tude jebere sebiunouba majabi an de bugui an de buididipí". 

Otro reto que nos propone la revista esta semana es no llorar al llegar a la página 22. En serio, intentadlo, yo no he podido. Porque tú tienes en tu mente esto: 

"Mi nombre es Máximo Décimo Meridio, comandante de los ejércitos del norte, general de las legiones Fénix y el que le dio nombre al hijo de Sergio Ramos y Pilar Rubio"

Y de repente llega ¡Hola! y te parte la vida con esto: 

"Chati, escucha, así estaba yo, date cuenta"

Que sí, que todos envejecemos y que es difícil mantener el cuerpo de los treinta, lo sabemos todos. Pero es que esto es atentado contra el patrimonio artístico y contra un icono cultural, coño. 

Aún sin recuperar del soponcio, me encuentro con la Bruni, que dice algo de la reina Letizia y de que su hijo tuvo el coronavirus y que le hizo comer en su cuarto, que fue todo muy desagradable pero que al menos no se contagió. Diecinueve años tiene el pollo, ¿sabes? Pero bueno, que a mí esta señora me da más sueño que una tortilla de valeriana y orfidal y tampoco me he leído la entrevista, lo reconozco. 

Por otra parte, Mario Conde se ha echado una novia que hace tres décadas tuvo sus más y sus menos con el príncipe de Bélgica, ese que tiene cara de enterrar gente en el jardín y es que Mario es un tipo que se echa novias con las que comparte siglo de nacimiento, cosa que le va a venir muy bien ahora que la juventud se ha quedado sin botellón, con esto del toque de queda, que me estoy imaginando al Ponce corriendo por los parques huyendo de la policía, con las bolsas de hielo en la mano, y oye, me da la risa floja. 

Hablando de Ponce, su ex, Paloma Cuevas, ha vuelto a trabajar. Sí, te lo juro. El reportaje viene ilustrado con esta foto de su Instagram, y claro, tú lo ves y dices, "madre mía, que se va a poner a segar los campos". 


Pero no, es un proyecto nuevo que la tiene muy ilusionada y que pronto dará a conocer (Spoiler: que el proyecto tiene que ver con el diseño de joyas/interiores/ropa de hogar/colección de ropa infantil, lo saben hasta el que le vende la ropa de macarra viejoven al desubicao de su ex).

Y bueno, para ir terminando, Carolina y Carlota, que nos vuelven a dar una lección de estilo. Que digo yo que será de estilo Halloween o de estilo "me he comprado la ropa en el outlet de H&M", porque válgame el señor si esto es estilo, yo soy la que le sirve el té a Sumaje. 


Yo es que os juro por mi vida que es oír las palabras "estilo", "glamour" y "Mónaco", todas juntas en la misma frase y me hago cruces, me araño la cara, me meso la melena y me arranco los pelos de las cejas, porque Dios bendito del cielo. 

Y ya no queda mucho más por comentar. Una tal India Hicks, que es ahijada del príncipe Carlos (la nieta de Lord Mountbatten, cuya historia os tengo que contar porque es muy fuerte), que dice que a su madre, cuando nació de imprevisto en Barcelona, y cuyo parto atendió un otorrino, la liaron en una manta unas monjas y la metieron en una cesta para perros, porque por lo visto en toda Barcelona no fueron capaces de encontrar un ginecólogo, ni con la ayuda de Alfonso XIII, que finalmente fue el padrino de su madre. Yo, de verdad, las películas que se monta la gente deberían tener su propia categoría en los premios Oscar. 

Nos quedaría lo de la princesa Leonor y los premios Princesa de Asturias, pero yo hace mucho tiempo que dije que no quería hablar de niños, que no tienen culpa de nada. Solo desde aquí un mensaje: Leonor, si me lees, la próxima vez que salgas por televisión, pellízcate la oreja izquierda. Yo lo entenderé como un mensaje de que quieres que vaya a por ti y te lleve a un Zara y que te invite al McDonals. Pago yo (guiño, guiño), ¿vale? 

Que tengan ustedes una buena semana y vayan comprando papel higiénico y levadura, que luego se me amontonan.

¡Un abrazo chillao!
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domingo, 27 de septiembre de 2020

Tartas de Mercadona y crossover de fantasía

Queridos amigos, yo esta semana estoy desde que vi la portada del Hola que me salen subtítulos a fuerza de reprimirme las palabras. Que no es que a mí me hayan untado para no decir según qué cosas, pero mi propia autocensura me recuerda que hay asuntos de los que no se debe hablar en voz alta, por mucho que tú que me lees, pienses lo mismo que yo. 


En la sección "Todo esto es mi casa" de esta semana nos recibe Kip Dodds, el florista de Lady Di, el cual esperamos sinceramente que haya encontrado otra persona a la que venderle flores, porque Diana, lamentablemente, pocos encargos le hará ya. Casado con una mujer de origen español, hace once años decidieron venirse a España y comprar una casa que había pertenecido a Curro Romero, con trece mil metros cuadrados de jardín, lo cual es muy práctico si te dedicas a las flores. 

Lo típico que estás plantando coles y acabas siendo engullido por ellas
Foto: Instagram Bella Sombra

La casa, de nombre Bella Sombra, en palabras de sus propietarios, es de inspiración inglesa y espíritu mediterráneo, pero si os pica la curiosidad por conocerla más a fondo, podéis ir un día que os venga bien, porque como viene siendo habitual en esta sección, la casa se puede alquilar para bodas, bautizos, comuniones y eventos varios. La cocina no sé como será, pero lo que sí os puedo decir es que la tarta que aparece en la página 15 os la podéis comer cuando os apetezca, porque es la tarta de zanahoria de Mercadona. Nada que reprochar, yo también la he comprado, aunque yo la tuneé para el cumple de mi hija este verano. Síganme para más recetas. 

Mercadona product placement
Foto: Instagram Aldebarán Estudio

Los royals europeos ya han vuelto de sus vacaciones y Elisabeth de Bélgica ha empezado su formación militar y Hola nos cuenta con mucha admiración que se levanta a las seis de la mañana, se camufla en el bosque y se pringa de barro hasta las bragas (vale, esto último lo digo yo). Si os soy sincera, creo que esto de ser heredera es demasiado para mí, no sería capaz. Vale que luego pasas la página y lees que la heredera de Holanda, en cuanto cumpla los dieciocho, entra en nómina del palacio a razón de medio millonaco de euros al año y piensas, venga aquí ese trono. Pero volviendo a la princesa guerrera, yo qué queréis que os diga, sabéis la opinión que tengo sobre ese gen que comparte la realeza europea, sobre todos los del norte y darles fusiles de asalto no me parece la mejor idea del mundo. 

"La verdad es que parecía una niña normal y corriente, siempre saludaba"
Foto: Diez Minutos

En otro orden de cosas, Shaila Dúrcal se vuelve a vivir a España y nos cuenta que el dedo que perdió fue porque uno de sus perros se lo arrancó y que ahora se lo toma a risa, pero que vaya susto. También nos enteramos de que tiene una hija que en realidad no es su hija, sino la de su marido, pero que ella la llama hija porque sí. Pues vale. Y en este momento os voy a ser sincera: cuando vi la portada pensé que Shaila y su marido se venían a vivir con Isa P., la artista anteriormente conocida como Chabelita. QUe veía yo ahí un crossover en la que las descendientes de las dos musas de Juan Gabriel iban a iniciar una nueva religión o a preparar la resurrección del divo de Juárez, pero me he quedado con las ganas. 

Foto: Instagram ¡Hola!

Siguiendo el recorrido por nuestra revista favorita, encontramos a un montón de gente súper random hasta llegar a la pareja del verano, Enrique y Ana, que resulta que se viene a Madrid a vivir para seguir estudiando derecho a distancia. Que la muchacha no acaba la carrera, ni cotiza. Y ahora sí que os pido un momento de atención porque resulta que ha llegado el libro que todas estábamos esperando. No, calmaos, no es mi tercera novela, para esa aún queda un poco más (aunque tenéis las dos primeras disponibles y si no las habéis leído, no sé qué estáis haciendo con vuestras vidas). No, el libro del que os hablo es el debut de Ariadne Artiles como escritora y en él nos va a desvelar asuntos tan importantes para el devenir de nuestras vidas como los pormenores de su embarazo y cómo se enfrenta a la maternidad, porque tú, que te levantas a las seis de la mañana para hacer la comida, dejar la casa recogida, cruzarte media ciudad para dejar a los niños en el colegio y chuparte ocho horas de curro NO TIENES NI IDEA DE LO DURO QUE ES SER MADRE. También nos revela que para tener un cuerpo de escándalo lo que tienes que hacer es no comer mierdas. Quién lo hubiera dicho. 

Ahora agarraos donde podáis porque resulta que la reina emérita ha vuelto al trabajo limpiando las playas de Málaga. Así mismo os lo digo. Yo sé que el mercado laboral en España está como está, pero digo yo que el rey le podría haber apañado aunque fuera un puesto de taquillera en un cine, que la mujer ya no está para estos trotes. También puede ser que esta haya sido la primera y la última vez que Sofía haya visto una bolsa de basura en su vida. 

"Anda que no es guarra la gente"
Foto: 20minutos


Y bueno, llegamos al tema de la portada, las gemelas de El resplandor Thyssen, que nos enseñan junto a su madre su casa de Andorra, ese pequeño país tan acogedor y tan libre de impuestos. La baronesa, que no pisa una peluquería desde 1974, dice que las niñas son muy buenas estudiantes y que van a ir a la universidad y que como hizo con Borja, les está inculcando el amor por arte. También afirma que lo único que le pide a la vida es que sus hijas se emparejen con buenas personas, no concreta si esto también fue lo que hizo con Borja. En otro orden de cosas, resulta que la cesión de la colección Thyssen está a punto de expirar y Tita ha dicho que ya de buena se pasa a tonta, y que se acabó eso de prestarla de gratis, que ha leído en el BOE que sus cuadros le dan al estado español nueve millones de euros anuales y que eso de que todo el mundo gane pasta menos ella, es de ser un poco idiota. Total, que o le pagan una comisión, o lamentablemente, los cuadros los cuelga ella en su salón, que encima no ha pedido ni una vez que le abran el museo para ella sola. Pero que no lo hace por ella, que es por sus herederos. Que la universidad de esas niñas no se va a pagar sola. 

Y con esto, señoras y señores, terminamos por esta semana. No olviden vitaminarse y supermineralizarse y sobre todo, no olviden ustedes que si me echan mucho de menos, me pueden encontrar en la librería más cercana a sus hogares. O en Amazon. O en FNAC. O en La casa del libro. O en El corte inglés. No será que no les doy opciones para que me lean, si es que no tienen excusa. 

Un abrazo chillao y nos leemos por mi Instagram

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domingo, 20 de septiembre de 2020

Casas con ermitas y abuelas en albornoz

La semana pasada falté a mi cita porque la primera semana de la vuelta al cole me dejó como para que un conde de la nobleza europea me enterrase en su jardín. Esta semana estoy en un estado similar al que se encontraba Lapo Elkann cuando tras pasar un fin de semana con varias señoritas que fumaban en pipa, fingió su secuestro y pidió a su madre que le enviase dinero para pagar el rescate, pero ha sido ver a la Campos Madre con su nieta en albornoz y oye, he pensado que aún quedaba algún piso más en el sótano de la absurdez y aquí estoy, haciendo de tripas, corazón. Y nunca mejor dicho. 


En la sección "Todo esto es mi casa", esta semana nos encontramos una finca segoviana "country chic", que pertenece a la nieta del último mariscal de Perú y a su marido, no te vaya a ser que te fueras tú a pensar que los propietarios son Paco y Maribel, los de la carnicería del barrio, que se han comprado un terrenito para ir a hacer la paella los domingos. Los dueños de la casa son Rocío Ureta y su marido, que nos cuentan que "se enamoraron hace dieciocho años de esta finca (ellos se enamorarían hace más tiempo, porque en el reportaje salen dos de las hijas de la pareja que los dieciocho hace ya tiempo que los vieron pasar), que fue un auténtico flechazo. Que tuviera ermita nos acabó de convencer". Es lo típico que vas a ver un piso y te echa para atrás que no tenga espacio de almacenaje, un concepto abierto de salón cocina, un sótano acabado y una ermita consagrada. Nos ha pasado a todos. Pero ellos tuvieron suerte y encontraron la casa de sus sueños, con todos sus imprescindibles, ermita incluida, lo cual es una cosa muy práctica, sobre todo si una vez que has visto que te sobra terreno en las trescientas hectáreas que tienes, decides montar un negocio de celebración de bodas y un hotel caserío. Que una cosa os voy a decir, yo no es que quiera pensar mal, pero me da que últimamente esta sección es un poco Booking o Tripadvisor, así mismo os lo digo. 

Otra que ha vuelto a la rutina ha sido la Princesa de Asturias, pero su vuelta al cole ha sido un poco, a ver cómo os explico...

Y es que se da la circunstancia - y ya es mala suerte - de que apenas dos días después de empezar las clases, una compañera de clase ha dado positivo en coronavirus y como mandaban los protocolos en ese momento, todos sus compañeros van a tener que hacer cuarentena. Ahora, solo nos queda cruzar los dedos para que la wifi del colegio no se sature, no falle la cámara, el ordenador de los profesores no se vaya a hacer puñetas y para que todos los compañeros tengan medios para seguir las clases telemáticas. 

Nos adentramos ahora en el mundo sin coronovirus, en el cual Olympia de Grecia y Pippa Middleton apuran sus vacaciones antes de tener que volver a donde quiera que tengan que volver. La primera, sigue surcando los mares con su novio, Peregrine Pearson (sí, sí, el de los libros), que además es hijo del cuarto vizconde Cowdray. ¡Hola! nos avanza que en el futuro, en un inesperado giro de los acontecimientos, el novio de Olympia será el quinto vizconde Cowdray y heredará el imperio editorial. Mientras tanto, Pippa Middleton se ha ido a Positano con su marido, James Matthews, que no va a ser vizconde, pero que te puede enterrar en dinero tres veces, aunque también os digo que no sé si a mí personalmente me compensa. 

Pippa y James en Positano
Foto: Celebmafia

En otro orden de cosas, Kate Moss se ha ido de fiesta. Ya sé que así como noticia queda un poco como "pues vaya novedad", pero la cuestión es que se ha ido de fiesta con su hija, y con su novio (el de Kate, no el de la hija). Yo aquí quiero hacer un llamamiento a Kate porque querida, te entiendo perfectamente. Yo también me niego a aceptar que ya tengo más edad de pasar el sábado noche tomando un té mientras que veo una serie en Netflix, que de cerrar afters, pero por muy Kate Moss que seas, igual a tu hija no le mola mucho lo de salir de fiesta con su madre. Que la adolescencia es muy mala y sí, tú te habrás trajinado a Johnny Depp, pero ay de la adolescente que nunca ha pensado "madre mía, qué vergüenza ajena da mi madre". 

Kate Moss recogiéndose después de la procesión de Domingo de Resurrección
Foto: Metro UK

Y de una inglesa como Kate Moss a otra más royal, pero peor teñida, Lady Amelia Spencer, sobrina de Lady Di, que nos anuncia su boda con un zagal al que yo he visto en alguna peli de Antena 3, de estás en las que la chica se va de su pueblo del middle East a triunfar a la ciudad, pero al morir su padre, vuelve a casa y se enamora de nuevo de su novio del instituto, al que dejó para convertirse en una exitosa mujer de negocios en Nueva York. La habéis visto, ¿verdad? 


Bueno, pues como os decía, Amelia y su prometido conceden esta exclusiva a Hello! para contarnos que se casan después de once años de noviazgo. Desde los dieciséis años juntos y resulta que cuando él le pidió matrimonio, ella se puso a llorar y se quedó en shock. Que vamos a ver una cosa, si después de once años, tu reacción es esa, amiga, muy bien no estás. Que yo entraría en shock qué te digo yo, si voy andando por la Gran Vía de Murcia, me cruzo con Brad Pitt, me para y clava la rodilla en el suelo para decirme que soy el amor de su vida y que me case con él. Pero que después de media vida con tu novio, te deje en shock que te pida matrimonio, pues no sé qué decirte, sorpresa, sorpresa, no es. El caso es que él le tuvo que pedir la mano a su padre por FaceTime por el tema de la pandemia, que como excusa para todo nos está viniendo muy bien. ¿Que no quieres quedar con esa pareja de amigos que te dan tanta pereza? Ay, es que con esto de la pandemia mejor no juntarnos. ¿Que lo de ir a casa de la suegra los domingos a comer paella te inquieta, te perturba y te atormenta? Suegra, con la pandemia que hay, ya lo dejamos para 2022 casi mejor. No me digáis que no habéis puesto la excusa de la pandemia porque no me lo voy a creer. 

Y llegamos al tema de la portada, las Campos. Os voy a decir la verdad: me da entre vergüenza ajena y sopor esta portada. María Teresa Campos es una señora que, por edad, debería estar cultivando hortensias en su jardín y que por trayectoria profesional, debería ser mencionada para hablar del origen de un género periodístico como son las mañanas televisivas. Pero en lugar de eso, la tenemos de la Ceca a la Meca haciendo el ridículo ya sea en la versión "tengo un hombre en la piscina", en un reality show cuyo fin último es mostrar una visión grotesca de la madre y sus dos hijas o ahora, posando en albornoz, tacones dorados y gafas de sol con la nieta. 



Que digo yo que esta maldad que le han hecho a la matriarca está al nivel de coger a la abuela y decirle "yaya, firma aquí" para que te ponga todas sus cuentas corrientes a tu nombre. Que hay que ser muy mala hija y muy mala nieta para que te parezca bien este despropósito. Que yo creía que después de haber visto a María Teresa Audrey Campos Hepburn y a Terelu Marilyn Moroe Campos, ya lo habíamos visto todo. Pues resulta que no.

 
Las Campos, siempre divas, nunca indivas


La nieta, que en la página 58 parece sacada directamente de las páginas de Memorias de una geisha, nos cuenta entre otras cosas que se quiere casar con su novio, pero cuando se haga millonario, porque antes, como que le va mal y que le dan igual las críticas, porque de nuestra HEMBIDIA NACE SU FAMA. Bueno, esto último no lo dice, pero a Alejandra, que parece que ha pasado por el outlet de Bershka, de noche, a oscuras, con los ojos cerrados, para escoger los conjuntos que luce en el reportaje, le pega decir cosas así. 

Y hasta aquí hemos llegado, porque mi cabeza ya no da para más y mañana me esperan mis veinte alumnos para pasar juntos cuatro horas en amor y compañía. Si no vuelvo, recordad que os quise.

Ah, y también recordad que tenéis mis libros a la venta en librerías y plataformas habituales, que luego me haré tan famosa como J. K. Rowling y os querréis tirar el pegote de que vosotros me leísteis cuando no me conocía ni el tato. 

Un abrazo chillao y feliz semana. 


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Mis novelas

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Nosotros, en singular, se dice tú y yo

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