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domingo, 1 de septiembre de 2019

Septiembre... otra vez.

Ya lo decían Greenday, wake me up when september ends y yo no puedo hacer otra cosa que darles la razón. Septiembre me agota desde antes de empezar, así mismo os lo digo. No es que yo sea una gran amante del verano, como ya confesé el año pasado en este post, de lo que soy la fan número uno es de la procrastinación. No me voy a marcar el pegote de que a mí lo que me gusta es estar sin hacer nada, porque aunque sea total y absolutamente cierto, mi condición de madre de tres criaturas menores de diez años hace que no recuerde la última vez que pasé más de quince minutos tirada en el sofá mirando la vida pasar.


Yo, a lo máximo que puedo aspirar es a vivir sin horarios, creo que es mayor lujo que puede tener una madre persona. La lavadora hay que seguir poniéndola, pero igual te da hacerlo a las ocho de la mañana que a las seis de la tarde. La ropa no se plancha sola, pero se queda igual de bien si lo haces a las diez de la mañana o las diez de la noche. La comida hay que hacerla, pero como no tienes que llevar a los niños a fútbol, ni a ballet, ni te tienes que ir a buscar al pequeño a kárate, pues no importa si comes a las dos o a las tres y media. La laxitud de los horarios y lo de poder ir al súper tal cual sales de la piscina es lo que más me gusta del verano.



Pero amigos, eso se acabó. Hoy es uno de septiembre y partir de hoy toca correr, vivir estresado, cuadrar horarios, calentarte la cabeza con cuestiones como qué puñetas vas a hacer con tus hijos si ellos salen a la una del colegio y tú a las seis de trabajar, preguntarte cómo es posible que si normalmente recibes tres o cuatro emails de trabajo al día, tengas acumulados en la bandeja de entrada más de quinientos correos sin leer... y pesarte. Que estás más gorda que en junio ya te lo hueles, te lo dice tu intuición de mujer, el cargo de conciencia de saber que has comido helados por encima de tus posibilidades y te lo canta por Rosalía ese pantalón que te abrocha... a ver cómo te lo digo...


Pero aún así, tenemos el cuajo de pasar por el trago de subir a la báscula, comprobar que, efectivamente, no era tu imaginación y que eres cuatro kilos más feliz de lo que lo eras antes del verano. ¿Y eso qué conlleva? Pues la hecatombe, la madre del cordero, la perdición, el grado máximo de maldad que puede alcanzar el ser humano: los propósitos de septiembre. Vamos a ver una cosa, ¿esto no era en enero? ¿A santo de qué tenemos que ponernos otra vez a plantearnos metas vitales? ¿Esto lo hemos copiado de los USA, como Halloween? ¿Hasta cuando duran los propósitos de septiembre? ¿Se invalidan con los de enero? ¿Se vale repetir? Lo único que tengo claro es que parece resultar imprescindible hacer una lista de cosas que potencialmente van a cambiar tu vida de una manera radical y que, a partir de hoy, debes poner todo tu empeño en cumplir. Yo, que me apunto a lo que sea, no voy a ser menos, así que aquí os dejo mi lista de propósitos para este nuevo año que comienza hoy:

1. Perder veinte kilos.
1. Perder quince kilos.
1. Perder diez kilos.
1. Perder cinco kilos.
1. No engordar más.
2. Desmaquillarme todas las noches. No vale eso de bah, si no llevo rímel, a tomar por saco.
3. Empezar DE VERDAD a usar una crema de contorno de ojos. Esto incluye, además de comprarla, ponérmela cada noche. En su defecto, empezar a ahorrar para ponerme botox, hialurónico o lo que sea que haga que mis párpados vuelvan a donde han estado toda la vida.
4. Convertirme en realfooder.
4. Dejar de comer mierda.
4. Reducir el consumo de azúcar y ultraprocesados.
4. Comer cinco piezas de fruta al día.
4. Intentar no comer porquerías más de una vez por semana.
5. Desterrar de mi vida y de mi vocabulario lo de un capítulo más y me duermo. Así podré dormir ocho horas, lo que sumado a beber dos litros de agua al día me va a convertir en Giselle Bündchen, por lo que tengo entendido.
6. Hacer la lista de la compra en casa e ir al supermercado solo una vez por semana. Con el estómago lleno, a ser posible, para poder cumplir con los puntos 1 y 4.
7. Silenciar los grupos del whatsapp de madres y no contestar, ni entrar al trapo en discusiones del tipo "yo es que no entiendo por qué se tienen que disfrazar de Halloween si eso aquí no se ha celebrado en la vida".
8. Llevar siempre las uñas bien arregladas y, en la medida de lo posible, las cejas y el bigote depilados.
9. Echar la carta de los Reyes Magos y de Papa Noel antes del 23 de diciembre.
10. Que el cambio de ropa de verano-invierno no se me solape con el cambio de ropa de invierno-verano.

Y ya estaría. Yo, de momento, lo voy a apuntar todo en un post-it y lo voy a pegar en sitios estratégicos, como el espejo del baño, el frigo, el mando de la tele y el móvil. Pero ya, si eso, lo hago mañana, que hoy es domingo y los domingos no cuentan. La procrastinación y tal, ya tu sabeh.

¡Un abrazo chillao!

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