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miércoles, 17 de junio de 2020

Capítulo 6. Margarita, la princesa del escándalo (parte I)

Margarita fue la segunda hija del entonces duque de York, Bertie, el mismo que vimos en el capítulo anterior convertirse en Jorge VI por obra y gracia del encoñamiento de su hermano con una divorciada (¿alguien puede leer esto sin oír la voz de Peñafiel?). No nació para ser ni hija de rey, ni hermana de reina, pero en la tómbola del mundo, ella tuvo esa suerte.
Su infancia transcurrió entre el palacio de Buckingham y el de Windsor y aunque tanto ella como su hermana fueron educadas por una institutriz, su madre estaba muy encima de ellas, pues quería que sus hijas fueran algo más que unas niñas repipis de la alta sociedad cuya meta en la vida fuera casarse bien. No sabía la pobre Reina Madre lo que se les venía encima.

"Ay, Bertie, qué a gustico estamos aquí, menos mal que el rey es tu hermano, Dios lo guarde muchos años"
Pero como ya sabemos todos, a Bertie le tocó comerse el marrón de ser rey, a Elisabeth madre, el de ser reina y a la Elisabeth hija, ser Sumaje. Como os podréis imaginar, todo el mundo se volcó con la educación de Isabel, al fin y al cabo, era la heredera. ¿Y qué pasó con Margarita?  Pues que hacía lo que le salía de la peineta. Su padre se veía totalmente reflejado en ella, por aquello de que los dos eran los segundones en una familia en la que ser el primogénito te marcaba de por vida. Total, que si había coles de bruselas para la cena y a la niña se le antojaba tomarse un tigretón, pues la zagala se tomaba un tigretón y de postre, una pantera rosa.

"Voy aprendiendo el oficio / olvidando el porvenir
Me quejo solo de vicio / Maneras de vivir"
El caso es que a la criatura se le antojaban las cosas normales que se le antojan a las princesas y que nosotros no comprendemos porque somos plebe, hasta que un día, al cumplir los diecisiete años... No, no se pinchó con el huso de una rueca y se murió, fue casi peor que eso. Conoció a Peter Townsend, un capitán de la Royal Air Force, oficial al servicio de su padre, quince años mayor que ella, casado y con dos hijos. Sobra decir que no era lo que podríamos llamar el yerno perfecto, ni el novio que toda madre desearía para su hija, con independencia de que una sea reina o no.

"Escúchame, compréndelo, es imposible nuestro amor"
Si Peter hubiera sido un tío normal, aquí paz y después gloria, la niña se hubiera enamorado de algún backstreetboy y a otra cosa, mariposa. Pero no, Peter venía con tara de fábrica y le dio bola a la niña, que se conoce que también le había hecho tilín. Hay que reconocer que los padres de Margarita tampoco eran los más avispados del barrio porque no se les ocurrió mejor idea que asignarle la protección de la princesa durante un viaje a Sudáfrica, ordenándole que no se separase de ella. Y el hombre, pues obedeció. Y claro, pasó lo que tenía que pasar, que el pobre, se enamoró. Se enamoró hasta tal punto que le dijo a su mujer "ahora ya, mi mundo es otro" y se divorció de ella con la firme intención de casarse con Margarita.

Spoiler: no acaba bien.

A estas alturas, el rey Jorge VI ya había pasado a mejor vida y su hija Isabel ocupaba su lugar, así que fue a ella a la que Margarita fue a contarle que Peter le había pedido matrimonio y que ella había dicho "I do". Isabel se puso muy contenta por su hermana y le dijo que ella se encargaba de buscar el boy para la despedida, pero llegó Winston Churchill todo escandalizado y le dijo que si es que estaba tonta, que dónde iba dando el visto bueno al matrimonio de la hermana de la soberana con un divorciado, que eso iba a causar un cisma y una crisis de autoridad sin precedentes en la monarquía. Como éramos pocos, parió la abuela y cuando se la pareja le contó sus planes de boda a la Reina Madre, casi le da un parraque. Tuvo la mujer que tomarse un gintonic para intentar reponerse del disgusto. O media docena, no está muy claro este aspecto en los libros de historia.

"Aunque parezca mentira, me pongo colorada cuando me miras"

En medio de todo este cuadro, llegó Sir Allan Lascelles, secretario de la Reina, con un planazo que no se le hubiera ocurrido ni a MacGyver. Resulta que hay un Acta de Matrimonios Reales de 1772 que dice que si un miembro de la realeza quiere contraer un matrimonio inconveniente o desigual, debe esperar a cumplir veinticinco años. Margarita en aquel momento tenía veintidós, así que no le quedaba otra que aguantarse. Por si no tenía la suficiente fuerza de voluntad, a Peter lo mandaron de funcionario a Bruselas, no fuese a ser el demonio y a Margarita de gira por África.

Allan Lascelles, el que le dijo a la Reina Madre "vamo a calmano"
Total, que después de tres años, durante los que Margarita iba de fiesta en fiesta, llegó el momento de la verdad. ¡Margarita y Peter por fin iban a casarse! Bueno, iban a casarse después de que la Commonwealth,el Parlamento, la iglesia Anglicana y un primo que vivía en Guadalajara dieran su visto bueno al matrimonio, porque resulta que a Margarita no le habían dicho la verdad del todo. Añádele a eso que no se había leído la muchacha la letra pequeña de la hipoteca, que decía que si se casaba con Peter, perdía el título de princesa, el de alteza real, la asignación que recibía de la Casa Windsor y la tarjeta de puntos del Carrefour y ponte en el lugar de Margarita.

"Fue un placer conocerte, Peter. Adiós con el corazón, que con el alma no puedo"
Y por hoy, lo dejamos, pero os recomiendo que os vayáis haciendo palomitas, porque lo gordo viene ahora, amigos.
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sábado, 13 de junio de 2020

Capítulo 5. Jorge VI, el rey tartamudo

En el capítulo anterior descubrimos que Jorge V tuvo dos hijos como dos soles, Eduardo y Bertie. De Eduardo ya hablamos en el capítulo anterior y por resumir, podemos decir que es como si Froilán hubiera sido heredero al trono de España: mucha samba y poco trabalhar.
Hoy nos vamos a ocupar de Bertie, el segundo, el que no estaba llamado a ser rey y reinó, el que nos dio lo más grande que ha salido de la Gran Bretaña: Sumaje.

Alberto Federico Arturo Jorge Windsor nació un 14 de diciembre, en Sandringham, casualmente fecha del aniversario de la muerte de su bisabuelo, el príncipe Alberto Sajonia - Coburgo. Su padre, el rey Jorge V no sabía muy bien cómo darle la noticia a su bisabuela, la reina Victoria, que como ya contamos en el primer capítulo de esta saga estaba enamorada hasta las trancas de Alberto.
Total, que para que la yaya se tomase mejor la noticia de haber tenido un bisnieto justo en el que para ella era día más trágico del año, se le ocurrió la idea de ponerle Alberto al chaval, cosa que a la reina le llenó de orgullo y satisfacción.

La infancia de Alberto, Bertie para los amigos, fue un poco regulinchi. Su hermano mayor era un guaperas, dicharachero, simpático, el terror de las nenas, vamos. Y Bertie era... pues un llorica. Se pasó el pobre media infancia enfermo y eso le volvió retraído, tímido y muy llorón. Cuentan que cada vez que le levantaban la voz, se le saltaban las lágrimas y eso a su padre no le gustaba nada de nada. En esa época, lo de mostrar tus sentimientos y dejarse llevar por las emociones no estaba muy bien visto, ya no te cuento si eras hombre y no te quiero explicar si, además, eras Alteza Real.
"Tengo el presentimiento de que me voy a comer un marronaco por culpa de mi hermano, ya lo verás"
Si a que la criatura era un poco insegura, le sumas que era zurdo y que le obligaban a escribir con la derecha y que, además, era tartamudo, pues ya te podrás imaginar que la infancia de Bertie no fue Disneyland.
Al igual que su hermano mayor, Bertie asistió al Osborne Naval College y de ahí, pasó al Dartmouth Royal Naval College, siendo el último de su promoción.Otro cualquiera se hubiera ido un pub a poner pintas, pero si eres el hijo del rey, minucias como las notas tienen poca importancia, sobre todo si a donde te van a mandar es a la Fuerza Aérea Británica en plena I Guerra Mundial. 
Al acabar la guerra, empezó a estudiar en el Trinity College y a salir de farra con su hermano, que lo llevaba por el mal camino. A pesar de su inseguridad y de su timidez, Bertie tenía mucho éxito con las mujeres y su hermano le buscó varios rolletes con señoras que fumaban. Su padre se enteró y le dijo que si se buscaba una novia formal, le regalaba el título de duque de York, cosa que a Bertie le hizo mucha ilusión. 
"Y que digan que el guapo es mi hermano, con el porte que tengo yo..."
Un día como cualquier otro, Bertie conoció a Elisabeth Bowles-Lyon, hija menor de los condes de Strathmore, y a Bertie se le hizo el culo pesicola. "No lloréis, que me voy a casar con ella", fueron sus palabras al conocerla. Pero Elisabeth no estaba muy por la labor porque según cuentan, a ella le gustaba la vida tranquila y no se veía como duquesa de York y cuñada del futuro rey, porque en verdad tiene que ser un rollazo, y si no que se lo digan a Telma Ortiz, que luego tienes que demandar  a toda la prensa y eso, quieras que no, se lleva su tiempo. 
Pero resulta que Bertie, otra cosa no, pero pesado se ve que era un rato, y después de pedirle a Elisabeth matrimonio seis o siete veces, obtuvo el tan ansiado "uf, vale". 
"Os lo dije que me iba a casar con ella. No se ha podido resistir, a la novena me ha dicho que sí"
Los recién estrenados duques de York vivían una existencia idílica, campestre, bucólica, alejados del mundanal ruido de Londres y su amor dio como fruto dos hermosas niñas, Isabel, Sumaje para los amigos y Margarita, a la que dedicaremos nuestro próximo capítulo porque es una diva, a sus pies me postro. Pero ahora viene cuando la matan y resulta que Eduardo se enamora de la Wallis y le dicen que si se casa con ella, se olvide de ser rey y Eduardo contesta, "Bertie, calienta que sales". Y de la noche a la mañana, Bertie se ve convertido en Jorge VI, rey de Inglaterra y Elisabeth, a la que ser cuñada de rey le parecía una contrariedad, en reina consorte. ¿No querías caldo? Pos toma.

Como si este especial de "princesa por sorpresa" fuera poco, al recién estrenado rey le tocó lidiar con la II Guerra Mundial y, ¿qué esperaba el pueblo de su soberano? Que se dirigiese a ellos para darles ánimos. ¿Y qué le pasaba a Bertie? Que era tartamudo, pero muy tartamudo, de sudar y todo. Y claro, tener que hablar por la radio no era lo que más ilusión le hacía al hombre, así que se buscó a un logopeda para que le ayudase con el trago, superando la prueba con éxito.

La Guerra avanzaba y las mujeres Windsor se refugiaron en el castillo que les dio nombre. ¿Qué te llevarías tú a un castillo desierto? Pues yo te digo lo que se llevó Elisabeth: las joyas de la corona. Sí, sí, las que están en la Torre de Londres, custodiadas por cuervos y beefeaters, esas que tienes que ver mientras te desplazas en una cinta automática, no vaya a ser que te encapriches de alguna y te la quieras llevar puesta. Las cogió, las desmontó, las metió en una caja de galletas holandesas (de esas en las que tu abuela tiene hilos y botones) y enterró la caja en una de las puertas del castillo de Windsor. Así mismo te lo digo. Yo ya me la imagino recibiendo las visitas, "pase, pase, no se quede usted en la puerta, querido".

El rey, mientras tanto, se quedó en Londres, lo que le valió la simpatía de sus súbditos y fraguó un plan para engañar a los alemanes sobre las intenciones del ejército británico. Consistía, fundamentalmente, en jugar al despiste: el rey acudía a distintos lugares, con la excusa de motivar a las tropas, haciendo creer a los nazis que los lugares que él visitaba era el punto que el ejército británico pensaba atacar; sin embargo, la ofensiva se libraba por otro lado, pillando a las tropas alemanas desprevenidas. Mientras tanto, su hermano Eduardo hacía cosas de nazis como quedar a tomar café con Hitler o maquinar un plan junto a los nazis para volver a ser rey después de la guerra.
"- Eduardo, ¿qué piensas?
- Cosas, Bertie.
- ¿Cosas de nazis?
- Sí, Bertie, cosas de nazis."
Pero por suerte, los planes salieron bien, Inglaterra ganó la guerra a Alemania y Eduardo no recuperó el trono, lo que trajo dos cosas buenas: la primera es que Europa no va con el brazo derecho en alto llamando taxis a día de hoy. La segunda, pero no menos importante, es que la hija de Bertie se convirtió en la reina más reina de todas las reinas: Sumaje.

Porque sí, amigos, Bertie murió. La criatura se fumaba tres paquetes de Ducados al día; encendía uno con la colilla del otro, pero cuando empezó a toser como muy fuerte, pensó que era por una almendra que se había comido. No se olió la tostada cuando empezó a esputar sangre, ni cuando le extirparon medio pulmón, y el muy cándido se fue al otro barrio sin saber que tenía cáncer de pulmón.

No lloréis mi muerte, que os dejo en buenas manos
La muerte de Bertie supuso, sin duda, uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX, no por el fallecimiento en sí, sino porque trajo consigo la subida al trono del icono más importante que ha dado Inglaterra en su historia (vale, sí, amo profundamente a Sumaje, no lo voy a negar). Pero como ya os he dicho, antes de indagar en la historia de tan ínclita dama, nos detendremos en conocer a su hermana, la princesa Margarita, diva, leyenda pop, juerguista y loca del coño total. 
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