En el capítulo anterior descubrimos que Jorge V tuvo dos hijos como dos soles, Eduardo y Bertie. De Eduardo ya hablamos en el capítulo anterior y por resumir, podemos decir que es como si Froilán hubiera sido heredero al trono de España: mucha samba y poco
trabalhar.
Hoy nos vamos a ocupar de Bertie, el segundo, el que no estaba llamado a ser rey y reinó, el que nos dio lo más grande que ha salido de la Gran Bretaña: Sumaje.
Alberto Federico Arturo Jorge Windsor nació un 14 de diciembre, en Sandringham, casualmente fecha del aniversario de la muerte de su bisabuelo, el príncipe Alberto Sajonia - Coburgo. Su padre, el rey Jorge V no sabía muy bien cómo darle la noticia a su bisabuela, la reina Victoria, que como ya contamos en el primer capítulo de esta saga estaba enamorada hasta las trancas de Alberto.
Total, que para que la yaya se tomase mejor la noticia de haber tenido un bisnieto justo en el que para ella era día más trágico del año, se le ocurrió la idea de ponerle Alberto al chaval, cosa que a la reina le llenó de orgullo y satisfacción.
La infancia de Alberto, Bertie para los amigos, fue un poco regulinchi. Su hermano mayor era un guaperas, dicharachero, simpático, el terror de las nenas, vamos. Y Bertie era... pues un llorica. Se pasó el pobre media infancia enfermo y eso le volvió retraído, tímido y muy llorón. Cuentan que cada vez que le levantaban la voz, se le saltaban las lágrimas y eso a su padre no le gustaba nada de nada. En esa época, lo de mostrar tus sentimientos y dejarse llevar por las emociones no estaba muy bien visto, ya no te cuento si eras hombre y no te quiero explicar si, además, eras Alteza Real.
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"Tengo el presentimiento de que me voy a comer un marronaco por culpa de mi hermano, ya lo verás" |
Si a que la criatura era un poco insegura, le sumas que era zurdo y que le obligaban a escribir con la derecha y que, además, era tartamudo, pues ya te podrás imaginar que la infancia de Bertie no fue Disneyland.
Al igual que su hermano mayor, Bertie asistió al Osborne Naval College y de ahí, pasó al Dartmouth Royal Naval College, siendo el último de su promoción.Otro cualquiera se hubiera ido un pub a poner pintas, pero si eres el hijo del rey, minucias como las notas tienen poca importancia, sobre todo si a donde te van a mandar es a la Fuerza Aérea Británica en plena I Guerra Mundial.
Al acabar la guerra, empezó a estudiar en el Trinity College y a salir de farra con su hermano, que lo llevaba por el mal camino. A pesar de su inseguridad y de su timidez, Bertie tenía mucho éxito con las mujeres y su hermano le buscó varios rolletes con señoras que fumaban. Su padre se enteró y le dijo que si se buscaba una novia formal, le regalaba el título de duque de York, cosa que a Bertie le hizo mucha ilusión.
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"Y que digan que el guapo es mi hermano, con el porte que tengo yo..." |
Un día como cualquier otro, Bertie conoció a Elisabeth Bowles-Lyon, hija menor de los condes de Strathmore, y a Bertie se le hizo el culo pesicola. "No lloréis, que me voy a casar con ella", fueron sus palabras al conocerla. Pero Elisabeth no estaba muy por la labor porque según cuentan, a ella le gustaba la vida tranquila y no se veía como duquesa de York y cuñada del futuro rey, porque en verdad tiene que ser un rollazo, y si no que se lo digan a Telma Ortiz, que luego tienes que demandar a toda la prensa y eso, quieras que no, se lleva su tiempo.
Pero resulta que Bertie, otra cosa no, pero pesado se ve que era un rato, y después de pedirle a Elisabeth matrimonio seis o siete veces, obtuvo el tan ansiado "uf, vale".
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"Os lo dije que me iba a casar con ella. No se ha podido resistir, a la novena me ha dicho que sí" |
Los recién estrenados duques de York vivían una existencia idílica, campestre, bucólica, alejados del mundanal ruido de Londres y su amor dio como fruto dos hermosas niñas, Isabel, Sumaje para los amigos y Margarita, a la que dedicaremos nuestro próximo capítulo porque es una diva, a sus pies me postro. Pero ahora viene cuando la matan y resulta que Eduardo se enamora de la Wallis y le dicen que si se casa con ella, se olvide de ser rey y Eduardo contesta, "Bertie, calienta que sales". Y de la noche a la mañana, Bertie se ve convertido en Jorge VI, rey de Inglaterra y Elisabeth, a la que ser cuñada de rey le parecía una contrariedad, en reina consorte. ¿No querías caldo? Pos toma.
Como si este especial de "princesa por sorpresa" fuera poco, al recién estrenado rey le tocó lidiar con la II Guerra Mundial y, ¿qué esperaba el pueblo de su soberano? Que se dirigiese a ellos para darles ánimos. ¿Y qué le pasaba a Bertie? Que era tartamudo, pero muy tartamudo, de sudar y todo. Y claro, tener que hablar por la radio no era lo que más ilusión le hacía al hombre, así que se buscó a un logopeda para que le ayudase con el trago, superando la prueba con éxito.
La Guerra avanzaba y las mujeres Windsor se refugiaron en el castillo que les dio nombre. ¿Qué te llevarías tú a un castillo desierto? Pues yo te digo lo que se llevó Elisabeth: las joyas de la corona. Sí, sí, las que están en la Torre de Londres, custodiadas por cuervos y
beefeaters, esas que tienes que ver mientras te desplazas en una cinta automática, no vaya a ser que te encapriches de alguna y te la quieras llevar puesta. Las cogió, las desmontó, las metió en una caja de galletas holandesas (de esas en las que tu abuela tiene hilos y botones) y enterró la caja en una de las puertas del castillo de Windsor. Así mismo te lo digo. Yo ya me la imagino recibiendo las visitas, "pase, pase, no se quede usted en la puerta, querido".
El rey, mientras tanto, se quedó en Londres, lo que le valió la simpatía de sus súbditos y fraguó un plan para engañar a los alemanes sobre las intenciones del ejército británico. Consistía, fundamentalmente, en jugar al despiste: el rey acudía a distintos lugares, con la excusa de motivar a las tropas, haciendo creer a los nazis que los lugares que él visitaba era el punto que el ejército británico pensaba atacar; sin embargo, la ofensiva se libraba por otro lado, pillando a las tropas alemanas desprevenidas. Mientras tanto, su hermano Eduardo hacía cosas de nazis como quedar a tomar café con Hitler o maquinar un plan junto a los nazis para volver a ser rey después de la guerra.
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"- Eduardo, ¿qué piensas?
- Cosas, Bertie.
- ¿Cosas de nazis?
- Sí, Bertie, cosas de nazis." |
Pero por suerte, los planes salieron bien, Inglaterra ganó la guerra a Alemania y Eduardo no recuperó el trono, lo que trajo dos cosas buenas: la primera es que Europa no va con el brazo derecho en alto llamando taxis a día de hoy. La segunda, pero no menos importante, es que la hija de Bertie se convirtió en la reina más reina de todas las reinas: Sumaje.
Porque sí, amigos, Bertie murió. La criatura se fumaba tres paquetes de Ducados al día; encendía uno con la colilla del otro, pero cuando empezó a toser como muy fuerte, pensó que era por una almendra que se había comido. No se olió la tostada cuando empezó a esputar sangre, ni cuando le extirparon medio pulmón, y el muy cándido se fue al otro barrio sin saber que tenía cáncer de pulmón.
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No lloréis mi muerte, que os dejo en buenas manos |
La muerte de Bertie supuso, sin duda, uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX, no por el fallecimiento en sí, sino porque trajo consigo la subida al trono del icono más importante que ha dado Inglaterra en su historia (vale, sí, amo profundamente a Sumaje, no lo voy a negar). Pero como ya os he dicho, antes de indagar en la historia de tan ínclita dama, nos detendremos en conocer a su hermana, la princesa Margarita, diva, leyenda pop, juerguista y loca del coño total.