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lunes, 30 de marzo de 2020

Capítulo 3. Jorge V, el primer Windsor.

Contábamos en el capítulo anterior que Eduardo VII estaba emparentado con toda la monarquía europea y claro, pues como en todas las familias, hay cuñados con las que te llevas fenomenal y otras con las que no te puedes ni ver, y si es mentira, venís y me lo decís.

El caso es que Eduardo VII era cuñado de Alejandro III de Rusia, dado que las mujeres de ambos eran hermanas. Por eso, al llegar el verano, ambas familias veraneaban juntas, como tú con tu cuñada, solo que vosotros os vais al apartamento de La Manga y estos se iban al palacio que tenían en las afueras de Copenhague. Pero por lo demás, igual.

Claro, de veranear juntos, los hijos de ambas familias se hicieron muy amigos, sobre todo Jorge y Nicolás, que además serían los herederos a los tronos de sus respectivos países.
Nicolás de Rusia y Jorge de Inglaterra, primos y separados al nacer
¿Y qué pasó? Pues que había un tercer primo, Guillermo II de Alemania, que era hijo de Victoria, hermana de Eduardo y Alejandro, al que no invitaban a comer sándwiches de nocilla en el apartamento de Torremolinos y que, por consiguiente, no tenía mucho feeling con sus primos.

A todo esto, en Europa, empezaba a haber un mal rollo considerable, básicamente porque los grandes imperios de épocas anteriores comenzaban a entrar en crisis y a chocar con las ideas políticas que reclamaban otro orden social. En 1914 Gavrilo Princip se cargó al archiduque Francisco Fernando de Austria, que era íntimo amigo de Guillermo y ahí ya se lió parda. Austria quiso declararle la guerra a Serbia, y los rusos se metieron por medio para defenderlos. A todo esto, Guillermo había prometido ayudar a Austria en todo lo que pudiera, pero lo que no se podía imaginar era que eso iba a significar acabar declarándole la guerra a su primo Nicolás.
Guillermo II, el primo al que no invitaban a los cumpleaños
¿Y de parte de quién creéis que su puso Jorge? Pues efectivamente, Reino Unido se alió con Francia para defender a Rusia, lo que significó que Reino Unido entró en guerra contra Alemania.

Y aquí es donde se hace necesario hacer un pequeño parón para recapitular. ¿De quién era hijo Jorge? Correcto, de Eduardo VII. ¿Y de quién era hijo Eduardo? Efectivamente, de la reina Victoria y de Alberto Sajonia-Coburgo Gotha. Que os lo pongo así en negrita y subrayado para que me digáis a qué os suena ese apellido. A ser de Sussex, precisamente, no, ¿verdad? Tú oyes hablar de Sajonia, de Coburgo y de Gotha y así a bote pronto, te viene Alemania a la cabeza, o Batman, si eres muy friki. En conclusión, que Jorge, que era nieto de Alberto y de Victoria, además del trono, heredó el apellido de sus abuelos.

Jorge había subido al trono en 1910 y ya desde entonces se veía venir que lo de Reino Unido y Alemania no iba a acabar bien. Sus asesores, que eran muy avispados, le dijeron que igual lo de llevar un apellido alemán, siendo rey de Inglaterra y teniendo ese mal rollo con Alemania, no era buena idea del todo. Jorge dijo que sí, que lo iba a pensar y que ya les diría algo.
Jorge V pensando en un apellido nuevo
Llega 1914, estalla la I Guerra Mundial y los asesores de Jorge le dijeron, "Jorge, mira, que no queremos ser pesados, pero que te tienes que buscar otro apellido, que la gente no entiende muy bien eso de que estemos mandando a nuestros jóvenes a luchar contra Alemania en nombre de un rey que lleva un apellido alemán". Pero Jorge estaba a sus cosas de reyes y un día por otro, fue dejando la cosa.
"A ver, un apellido que no sea alemán... déjame que piense"
Total, que nos plantamos en 1917, los alemanes y los ingleses matándose y Jorge con el apellido sin cambiar. Hasta que un día como otro cualquiera, unos aviones alemanes bombardearon Londres, causando cientos de muertos. Casualidades de la vida, aquellos aviones eran de la factoría alemana Gotha, uno de los apellidos de rey. Imaginaos la cara de los asesores cuando fueron a contarle el pastel.

"Me cambio el apellido, ¿verdad?"
Ahí ya sí que se puso las pilas, sacó tiempo de donde no lo tenía y resolvió que sí, que tenía que cambiarse el apellido, que lo veía claro. La primera propuesta fue Lancaster, pero lo de la rima de "la cagaste" era muy fácil, así que pasaron del tema. Luego se les ocurrió que Tudor podría molar, pero les recordaba a María Tudor, Bloody Mary ("María la Sanguinaria") para los amigos y, por lo que sea, no les terminó de cuadrar. Después de muchas deliberaciones y cuando ya estaban a punto de tirar la toalla, Lord Stamfordham vio la luz: Windsor sería el apellido. El castillo de Windsor se construyó en 1066 y desde entonces, siempre ha sido residencia permanente o de vacaciones de los reyes británicos. Además, es el lugar de eterno descanso de varios príncipes, reyes y reinas, entre ellos, el propio padre de Jorge V, Eduardo VII. Elegir este apellido les conectaba con un linaje que en realidad, no era el suyo, pero que les daba como más abolengo y enraizamiento con el pueblo británico. Además, empezando por W son de los últimos de la lista, así que siempre les toca más tarde entregar los trabajos. Todo ventajas.
Pues ya tenemos apellido
Así que amigos míos, desde 1917 los Windsor son los Windsor, aunque si creéis que los problemas con los apellidos de esta familia han acabado aquí, estáis muy equivocados. Seguiremos descubriendo más en los próximos capítulos.


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lunes, 23 de marzo de 2020

Capítulo 2. Eduardo VII, el tío de Europa.

En el capítulo anterior descubrimos que a Victoria y a Alberto les gustaba más darle a la mandanga marital que a un español comprar papel del váter, y claro, tanta efusividad conyugal tuvo sus consecuencias. Cinco hijas y cuatro hijos más bonitos que un sanluís. Las chicas fueron casadas con mozalbetes tan regios y nobles como ellas, dejando a su vez una descendencia que enraizaría con las casas reales de toda Europa. Su hija Beatriz, la más pequeña de todos, se casó con Enrique de Battenberg, y su unión pronto daría como fruto a la pequeña Victoria Eugenia de Battenberg, que posteriormente se casaría con Alfonso XIII y más posteriormente sería la bisabuela de nuestro actual rey, Felipe VI.

Pero no nos adelantemos, que para eso aún falta más de un siglo. De todos sus hijos, del que nos vamos a ocupar hoy es de Alberto Eduardo, Bertie para los amigos, porque es el llamado a reinar tras la muerte de su madre. Bertie era un niño muy sociable, despierto, simpático... pero lo que es listo, listo, no les salió.
Aquí Berti vestido de domingo
Os podéis imaginar el drama. Que si el niño nos ha salido tonto, que si vamos a ponerle un profesor particular, que si mira el zagal de los vecinos, que lo saca todo matrícula... Al pobre lo agobiaron lo que no está en los escritos. Pero hete aquí que con dieciocho años les dijo a sus padres "ahí os quedáis" y se fue a estudiar a Oxford. Pues va el tío y empieza a coleccionar sobresalientes como si no hubiera un mañana. Moraleja: no agobiéis a las criaturas.

Cuando acabó los estudios se fue de gira por EEUU, a lo Rosalía pero sin chándal deluxe y sin uñas y a la vuelta, lo mandaron a Alemania, supuestamente a hacer cosas de príncipes, pero su madre, que era muy lista, ya lo tenía todo organizado para que casualmente, Bertie se encontrase con Alejandra de Dinamarca, una muchacha muy limpia y de muy buena familia. La cita se desarrolló por los cauces previstos y Bertie pagó la cena, porque él era muy caballero y entonces lo del feminismo no lo petaba mucho. 
Alejandra, ¿tendrías una segunda cita con Bertie?
Después de varias citas, la cosa se puso seria y Bertie le hizo la pregunta: ¿quieres que mi madre sea tu suegra? La incauta le dijo que sí - sin saber lo que se le venía encima - y Bertie se puso tan contento que decidió que lo mejor iba a ser darse la vida padre antes de casarse, por si luego no podía. El zagal tenía cara de enterrar a gente en el jardín, pero cuando eres príncipe de Gales, duque de Cornualles, conde de Chester y caballero de la Orden del Cardo, esas cosas no importan. Total, que estando en Irlanda de maniobras, una noche Bertie salió a tirar la basura y al volver, sus amigos le habían abierto la puerta de su tienda a una actriz llamada Nellie Clifden y, sin querer, se acostó con ella. Varias veces. El padre de Bertie, Alberto, se enteró de que su hijo era un poco golfo, más que nada porque todo el mundo hablaba de ello y fue a leerle la cartilla, con tan mala suerte de que se volvió a casa con fiebre tifoidea y se murió. 

Yo no sé si os hacéis una idea de cómo le sentó esto a Victoria (spoiler: mal). Si ya le tenía tirria a su hijo Bertie por ser un crápula, que su adorado Alberto se contagiase de fiebres tifoideas por ir a echarle la bronca fue el remate del tomate. "No puedo, ni podré, mirarlo a la cara sin estremecerme", dijo Victoria, lo que traducido quiere decir "si se me pone por delante, le arranco la cabeza".

Dos años estuvo sin hablarle a su hijo; aún así, la reina Victoria se las apañó para organizar la boda de su hijo con Alejandra, a la que tampoco volvieron a preguntar si se quería casar con este señor. Ella ya había dicho que si y santa Rita, Rita. Cuando hablamos de organizar la boda, nos estamos refiriendo a que la reina le dijo a Alejandra el día y la hora a la que tenía que estar en el castillo de Windsor y poco más, porque la pobre pintaba poco en todo esto. ¿Y por qué en Windsor y no en Westminster? Pues por dos razones. La primera, porque a la reina Victoria le salió de las narices. La segunda, porque a la reina Victoria le dio la gana. La mayoría de los parientes de Alejandra no fueron invitados y a las señoras se les restringió la gama de colores que podían vestir al gris y al lila. Pero no es que la reina le guardase rencor a su hijo ni nada de eso. Qué va. 

Alejandra el día de su boda, antes de saber la suegra que le había tocado en suerte
Después de la boda, la relación entre suegra y nuera se desarrolló de la manera típica que se desarrollan estas relaciones: Alejandra tenía que informarla de cuando le iba a bajar la regla para que no coincidiese con los bailes de palacio. No me digáis que vosotras no lo hacéis. La relación de Bertie y Alejandra tampoco se salió de lo habitual en estos casos: la pobre Alejandra tenía más cuernos que el Mesón Taurino.  Cincuenta y cinco amantes confirmadas tuvo el bueno de Bertie, entre ellas la actriz Sarah Berhanrdt, la cantante Hortense Scheneider, la madre de Winston Churchill y atentos a esto, Alice Keppel, que dicho así no os sonará de nada, pero si os digo que esta señora, posteriormente tuvo una bisnieta que se llamaba Camilla, muy dada también a las relaciones extramatrimoniales con miembros de la realeza, igual atáis cabos. Se dice, se rumorea, que en realidad la abuela de Camilla era hija de Bertie, pero son rumores sin confirmar. 
Con tanto desgaste, el bueno de Bertie se ponía como el tenazas y acabó como vamos a acabar más de uno después de esta cuarentena, con obesidad y diabetes. 
"Bertie, cariño, tú no estás gordo, estás fuerte"
Fijaos si estaba obsesionado con zampar, que obligaba a sus invitados a pesarse antes y después de las cenas de palacio, para comprobar que se habían cebado a base de bien. La familia real mantiene esta costumbre y lo sigue haciendo en la cena de Navidad, y ya os imagináis que ma-to por ver a Kate y a Meghan en ese trance. Suponiendo que a Meghan la vayan a seguir invitando a cenar con la familia después de irse como se fueron (que conmigo eso no hubiera pasado, ni cotiza, pero ya es tarde para nosotros, Harry, ya es tarde).

A la muerte de la reina, Bertie subió al trono con el nombre de Eduardo VII y se le conoció como "el tío de Europa", porque pasaba como con los Montoya, los Heredia y los Amaya, que son todos primos. Sobrinos suyos eran el Zar Nicolás de Rusia (que era clavadico a nuestro próximo protagonista, Jorge V), Victoria Eugenia de España y Sofía de Grecia, su yerno era Haakon VII de Noruega, Federico VIII de Dinamarca, su cuñado y Carlos I de Portugal, su primo. 


Empezando por la izquierda, arriba: Haakon VII de Noruega, Fernando de Bulgaría, Manuel II de Portugal, Guillermo II de Alemania (ojito a él, que la va a liar gorda), Jorge I de Grecia, Alberto I (el guaperas) de Bélgica, Alfonso XIII de España, Jorge V de Inglaterra (el hijo de Bertie) y Federico VIII de Dinamarca. 

Pero como es lógico, entre tanta parentela, alguno tenía que caerle mal y le tocó a Guillermo II de Alemania, el típico sobrino listillo que te tiene HEMBIDIA y que luego se la liaría pardísima, vamos tan parda como la I Guerra Mundial. Pero eso ya os lo cuento en el capítulo 3.
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jueves, 19 de marzo de 2020

Los Windsor. Capítulo 1: Victoria & Alberto


Pocas familias hay en el mundo cuya historia sea tan apasionante como la de los Windsor, una historia que, en sentido estricto, empieza incluso antes de que los Windsor existieran.
Pero no os preocupéis, que no voy a empezar este #AsiVemosLosWindsor por el principio de los tiempos, apenas me voy a remontar un siglo atrás.

Nuestra primera protagonista es Alejandrina Victoria de Hannover, nacida el 24 de mayo de 1819 en el palacio de Kensington (Londres). Podríamos decir que Alejandrina era una niña alegre y pizpireta, pero sería una trola, porque la verdad es que la criatura tuvo lo que podríamos denominar una infancia de mierda. La pobre se quedó huérfana de padre al cumplir un año y su madre, la duquesa de Kent, que era una sargenta, la tuvo atada en corto todo el tiempo que pudo. Con la ayuda de su mayordomo, Sir Conroy, al que según los rumores se trajinaba, la madre de Alejandrina la mantuvo alejada de otros niños de su edad y de todas aquellas personas que consideraban que eran potencialmente peligrosas para ella, lo que en la práctica se traducía en todos los miembros de su familia paterna. Cuando la zagala se fue haciendo mocica, la madre estaba tan obsesionada con la virtud y con preservar la flor de Alejandrina que la obligaba a compartir alcoba con ella, no fuese a ser el demonio. 

Victoria cuando aún dormía con su madre
El mismo año que murió su padre, también falleció su abuelo, pero hasta unos años después, Alejandrina no se empezó a oler la tostada de lo que se le venía encima. La cosa debió ser algo como lo siguiente:

- Alejandrina, ¿qué te iba yo a decir? ¿Tú te has coscado de que el rey es tu tío, verdad?
- Algo he oído.
- Y tú te has dado cuenta de que tu tío Guillermo, que está muy malico, hijos legítimos que estén vivos no tiene, ¿no?
- Y yo qué sé, si no me dejan jugar con nadie. 
- Pues calienta, que sales. 

Os podéis imaginar que las relaciones de la madre de Alejandrina con la familia paterna de su hija eran un poquico tirantes. Vamos, en Nochebuena no se mandaban wasaps con filtros de Snapchat para felicitarse. Fijarze bien cómo sería la cosa que el chache Guillermo dijo en cierta ocasión que no tenía intención alguna de morirse antes de que Alejandrina cumpliese los dieciocho, porque morirse antes supondría que su cuñada fuera regente, y por ahí sí que no pasaba. Pues cumplió su promesa. Nada más cumplir los dieciocho Alejandrina, el chache Guillermo dijo hasta luego, Lucas. Eso convirtió de facto a Alejandrina en reina, cuyas primeras decisiones fueron cambiarse el nombre por el de Victoria, porque lo de Alejandrina le sonaba a muñeca repollo, y echar a su madre del dormitorio, que ya estaba bien. 

La movida era que, como es normal, Victoria estaba soltera y había que casarla, más pronto que tarde. En aquel momento, ella andaba un poco enamoriscada de Lord Melbourne, que era el primer Ministro, así que cuando su tío Leopoldo le propuso que se casara con su primo Alberto Sajonia Coburgo, le dijo que "te lo agradezco, pero no". Pero claro, eso fue antes de verlo, porque parece ser que cuando se lo presentaron, a Victoria se le cayeron las enaguas al suelo y dijo que todo por la patria y que si había que casarse con aquel mocetón de metro ochenta, ojos azules como el cielo y nariz prominente, pues que ella hacía el esfuerzo. Y le entraron las prisas, porque en aquella época, ni un besico antes de pasar por el altar y ella estaba deseando enseñar a aquel mozalbete alemán los rincones más oscuros de la Gran Bretaña. 
"Alberto, cari, ven un momentico a mis aposentos, que hay
que... cambiar una bombilla"
Nueve hijos tuvieron, aunque se cuenta que a ella le gustaba más hacer hijos que estar embarazada. Claro, la mujer se pasó media vida embarazada y eso hizo que Alberto asumiese muchas responsabilidades de la corona, lo que a Victoria le tocaba las narices, porque coño, la reina era ella y montaba unos pollos de escándalo. Tales eran las movidas que a veces Alberto le metía notas por debajo de la puerta por miedo a que le arrancase la cabeza. Sin embargo, ella estaba loca por él, hasta el punto que, como Alberto murió tras visitar a su hijo Bertie (quién después sería el rey Eduardo VII), le echó la culpa y dejó de hablarle por los siglos de los siglos. Victoria murió en 1901 y aunque pertenecía a la casa Hannover, podemos considerarla la matriarca de la familia Windsor, como veremos en siguientes capítulos.

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Nosotros, en singular, se dice tú y yo

Si sentara la cabeza, pensaría con el culo

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