Read More

Asivemoselhola

Porque tú también has visto así el Hola, y lo sabes
Read More

Deco + DIY

Read More

Recetas y más

lunes, 28 de enero de 2019

Tengo derecho a no estar buenorra

Recibo esta mañana un mensaje de mi amiga Ana, en Instagram: "He visto esto y no he podido evitar pensar en ti", me dice. Cómo me conoce. Esto no es otra cosa que una especie de artículo de la revista Elle, donde se elogia el "potente gesto" que ha tenido la modelo actriz cantante loquesea Chiara Ferragni. No te preocupes si no sabes quién es, que yo tampoco le ponía cara al principio. El caso es que la muchacha, con un par, ha subido una foto a Instagram, tapándose las teticas con el brazo, reivindicando su derecho a estar buenísima después de ser madre. Pohclaro. Ah, pero no, no te vayas a creer que es que esto es una chorradica así sin transcendencia, que es que la gente ("la gente") se mete con ella porque está que se rompe de buena y eso a una madre no se le puede consentir. Hombre, hasta dónde vamos a llegar. Que nadie tiene derecho a ridiculizarte por ser madre y estar buena, dice la moza, os lo juro por mi vida.

Chiara Ferragni, exigiendo su derecho a estar buena y a que no te dejen en ridículo por ello
Yo os voy a decir una cosa, desde el fondo de mi corazón: como madre, como mujer, como bloguera, como maestra, como opositora y como escritora, EXIJO mi derecho a no estar buenorra all the time. Porque mira, porque sí. Porque me revienta ya el temita. Porque después de albergar una criatura (tres, en mi caso) en mis entrañas durante nueve meses, después de sufrir de náuseas unas quince semanas consecutivas en cada embarazo, después de engordar casi treinta kilos en mi primer embarazo y después perder menos de los que debía, después de luchar para no engordar más que lo justo y necesario en los dos siguientes, después de sacar tres criaturas por un lugar que estará preparado para ello, pero quién lo diría y después de pasarme meses sin dormir, con mis pechos llenándose y vaciándose cada poco tiempo, creo que me he ganado el derecho a no estar buena si no me da la gana.
Que ya está bien, hombre. Que sí, que está muy bien eso de cuidarse, del real food, del healthy, del fit y de mi abuela en bicicleta, pero no me agobies. Que me pongo mala cada vez que sale la cantante, presentadora, modelo o suslabores de turno y las revistas alaban que ha recuperado su figura en tiempo récord. No queda ni rastro del paso del embarazo por su cuerpo. Pues cómo me alegro por ti, mari, pero por mi cuerpo, el embarazo no es que pasase, es que arrasó. Estrías, flacidez, manchas, descolgamientos varios... vamos, lo que viene siendo traer una criatura al mundo. Sí, ya sé que las hay con suerte y salen del paritorio con los vaqueros slim fit abrochados, pero vamos a reconocer una cosa, lo normal, no es. Y luego están las otras, las que los medios califican de valientes porque se atreven a mostrar que en su barriga postparto, igual se dejaron a algún otro bebé. Valientes. Ajá.
Me contaba mi amiga que el artículo lo había leído en el Instagram de una de estas mujeres cuya aportación a la Humanidad es decir que, para evitar la depresión postparto, te pintes los labios de rojo. A lo mejor es porque yo no soy instamami y esa parte de la sabiduría maternal se me escapa, pero yo pienso que, lo mismo, para evitar la depresión postparto igual vendría mejor padres implicados al completo tanto en el cuidado de sus hijos recién nacidos, como en el cuidado de la madre, a la que le acaba de pasar un camión por encima. Igual para la depresión postparto vendría mejor que la sociedad dejase de presionarnos con estar delgadas, jóvenes, tersas, sin un pelo y maquilladas desde que nos levantamos. No sé, lo mismo dejar de decirnos que podemos (debemos) ser sexis cuando lo más seguro es que no nos apetezca una mierda, nos ayuda un poco a no sentirnos una basura si han pasado seis meses desde que diste a luz y no cabes en los pantalones (ni parece que vayas a volver a caber en la vida).
Ahora, eso sí os lo digo, no meterse con Chiara, que la pobre mujer no tiene la culpa de estar tan buena, ni de tener tanto tiempo libre.

Un abrazo chillao.
Read More

viernes, 25 de enero de 2019

El dolor en directo

Corría el año 1985. Yo apenas tenía la edad de mis hijas mayores, era tan solo una niña de siete años, y a pesar de haber olvidado lo ocurrido durante más de treinta años, desde hace unos días, no puedo quitarme su imagen de la mente. Sus ojos, completamente negros. Su pelo, corto y muy rizado. Su tez, tan morena. Apenas podía sacar la boca del agua y estaba permanentemente agarrada a un tronco de madera que se encontraba a la altura de su frente. Se llamaba Omayra, tenía trece años y había quedado atrapada entre los escombros de su casa tras la erupción del volcán Nevado del Ruíz, en Colombia. Televisiones de todo el mundo retransmitieron durante tres días, ininterrumpidamente, su agonía.

Desde hace doce días estamos asistiendo en riguroso directo al ejercicio de exhibicionismo más bochornoso que he visto en los últimos treinta y cuatro años, desde que Omayra prácticamente murió en directo ante las cámaras de medio mundo. Desde hace doce días se nos está retransmitiendo el minuto a minuto de la agonía de una familia, de un pueblo y de una sociedad que parece necesitar un ejercicio de catarsis colectiva para soltar todo el fango que llevamos acumulado. Y cuando digo que se nos está retransmitiendo en directo, lo digo literalmente; no son pocos los medios de comunicación que emiten a través de la señal de vídeo en directo, desde el Cerro de la Corona, los movimientos de las máquinas que trabajan sin descanso por llegar a donde - se cree - se encuentra el pequeño de dos años. Lo que pueden aportar a la sociedad doscientas ochenta y ocho horas de señal en directo de trabajos de ingeniería, lo desconozco. Lo que sí sé es la sensación de bochorno que me provoca todo lo que se ha generado alrededor. Imágenes como las de los padres completamente destrozados, con música dramática de fondo, venga, dale, que se le pongan los pelos de punta al telespectador, que llegue hasta las lágrimas, por si la sola visión de esos padres, que deben estar muertos en vida, no consigue emocionarlos. Expertos de todo tipo y condición, ingenieros civiles, geólogos, criminólogos, investigadores de sucesos, psicólogos, todos ellos licenciados en sabelotodismo, dando su inestimable opinión sobre encamisados, microvoladuras, compactación de materiales y otra serie de conceptos que, probablemente, hace un mes, ni conocieran. Y por supuesto, que no falte su figura mediática, Juan José, erigido en patrón de las desgracias y convertido en portavoz de una familia que, con toda seguridad, ahora mismo no sabe ni por donde le da el aire. Pero bueno, no pasa nada, aquí él ha venido a ayudar - eso dice - y ayudar se traduce en salir ante las cámaras diez días después de que el pequeño cayera al pozo, diciendo que todos en la familia - incluyéndose a él mismo - están deseando volver a abrazar al niño y verlo correr por su barrio de nuevo, con su triciclo (eso es, Juan José, venga, que ya casi has hecho llorar ya a los espectadores, tú puedes). Ayudar se traduce en mencionar al niño en un acto político, diciendo que todo el Partido Popular está contigo, campeón.  Ayudar se traduce en pedir a los espectadores que llenen todas las redes sociales de corazones, que oye, esto en realidad no vale para nada, pero así nos sentimos útiles y sobre todo, parte de la tragedia. Ayudar se traduce en grabar vídeos para su Facebook en los que nos recita su currículum vitae y nos dice que a él no lo critiquemos, que no tiene necesidad ninguna ni de estar ahí con la familia pasándolo mal, ni de meterse en política, pero que la prisión permanente revisable, bla, bla, bla. Juan José, que no es el momento.

Estoy muy segura de que todos, sin excepción, desearíamos que esta desgracia tuviera un final feliz. No tengo ninguna duda de que todos iríamos a excavar con nuestas propias manos si supiéramos que así íbamos a ayudar en algo. Y estoy totalmente convencida de que no necesitamos este exhibicionismo, esta manera de llevar el dolor al salón de casa, a la tertulia del bar, a la conversación de la cola de supermercado. No necesitábamos ver el dolor en directo para compartirlo.

Nota: Este post no tiene fotografías y la no utilización del nombre del niño es intencionada.
Read More

Mis novelas

Mis novelas
Nosotros, en singular, se dice tú y yo

Si sentara la cabeza, pensaría con el culo

Buscar este blog

Asivemoselhola

Por si quieres ver lo que nos contamos por Instagram en Asivemoselhola
Instagram

Paulamgram

Si te quieres pasar por mi perfil de Instagram...
Instagram

Entradas más leídas

Copyright © Así mismo te lo digo | Powered by Blogger
Design by Lizard Themes | Blogger Theme by Lasantha - PremiumBloggerTemplates.com