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lunes, 27 de agosto de 2018

Una confesión

Como os he contado en Instagram, hay algo que quiero confesar. No sabía si contarlo o no, porque es fuerte y está muy mal visto, pero he ido dejando caer pistas en mis stories y en alguna que otra publicación y ha habido confesiones - en privado, eso sí - de más gente con esta problemática en la vida. Así que aun a riesgo de poner en riesgo mi buen nombre, me he decidido a darle visibilidad a este drama silenciado, así que ahí voy: NO ME GUSTA EL VERANO. Así mismo te lo digo.
Ahora podéis dejar de seguirme en Instagram, bloquearme, decid a mis amigos que me retiren la palabra y denunciarme a la Guardia Civil, pero antes dejadme que me explique.

El primer motivo por el que no me gusta el verano es porque los efectos de su tortura comienzan la noche de Nochevieja. ¿Que no? Venga, que levante la mano quien no ha dicho después de las uvas aquello de "bueno, vamos a gozar esta noche, que mañana empieza la operación bikini". Porque ojo, tú no puedes llegar al mes de junio con tus lorzas de todo el año, con tus pelos en las piernas y en lo que no son las piernas, blanca como el papel y con tu celulitis bien lustrosa. No señor. Tú al mes de junio tienes que llegar con diez kilos menos de los que tenías en enero, bien apretaita, calva como una rana en aquellas zonas que todas sabemos y morena, muy morena. Porque a ver qué es eso de llegar al primer día de playa brillando en la oscuridad. Y mirad, qué queréis que os diga, a mí esto me estresa y no tengo necesidad.


Otra cosa que me revienta del verano es que da la casualidad de que cae justo en los meses en los que puedes freír un huevo en el capó del coche. Yo, si el verano cayese en diciembre, sería la amante número uno de la canícula, pero qué queréis que os diga, a mí, los 37 grados de media, me superan. Yo entiendo que a ti, que me lees desde Burgos, el calor te parezca lo más de lo más, pero a mí, como murciana que soy, cinco meses de tórrido calor me parecen como demasiao. Sí, sí, has leído bien, aquí el verano dura mínimo de mayo a octubre, cuando no más. Así que me vais a perdonar, pero si esto no es una tortura, que venga Georgie Dann y lo vea.



Si el calor asfixiante os parece poco, hablemos de Estrella Damm, que es la que tiene la culpa de todo. En verano hay que pasárselo bien por narices. No vale decir que estás derrotao, que lo más que piensas hacer es tirarte en el sofá y fundirte en un solo ser con él mientras ves, una por una, todas las series de Netflix. No hija, no. Como si vivieras en un anuncio de cerveza, en verano tienes que cumplir uno por uno con los must estivales, a saber, ir a una playa de ensueño, hacer un viaje de no menos de cinco horas en avión, chuzarte en las fiestas de algún pueblo, leerte como poco diez libros, fotografiar puestas de sol o amaneceres como si los fueran a prohibir, tomarte un mojito de veinte euros en un chiringuito megasupercool y enamorarte locamente de un desconocido con el que no has cruzado palabra (si es guiri, puntúa doble). Porque en verano hay que "hacer cosas". Tienes que aprovechar el tiempo y no importa que lo que más te apetezca después de un año currando como una bestia sea no moverte de tu casa. El verano tienes que vivirlo, aunque eso signifique volver de las vacaciones medio muerta.



Y no te cuento si encima, eres madre, porque entonces no solo tienes que llegar al mes de junio como si fueras a desfilar para Victoria Secret y hacer más planes que el Equipo A. También te tienes que asegurar de que cada puñetero verano sea el verano de la vida de tus hijos, lo que implica hacer manualidades, ir a la feria, cuidar de un animalito, hacer castillos de arena que necesitan un permiso municipal de obras, buscar bichos aunque te repugnen o aprender algo nuevo (tú y ellos, no vale que sea algo que tú ya supieras). Total, na.

Pero ojo, que si creías que con la llegada de septiembre y la vuelta al cole, la tortura se acaba, siento decirte que no. Porque vuelves al curro y a tu vida rutinaria (bendita rutina), pero aún te quedan un par de meses mínimo de aguantar al pesao de contabilidad contando cada media hora que Formentera es el paraíso en la Tierra, a la cansina de tu vecina que todavía no se ha quitado el collar de caracolas porque añora mucho la libertad del verano o al insoportable de tu cuñado enseñándote fotos de Vietnam cada vez que te coge por banda. Y claro, en este impasse nos plantamos en menos que canta un gallo en diciembre y vuelta a empezar con la operación bikini, la búsqueda de destinos de vacaciones en los que no haya estado nadie jamás y con los rayos UVA y/o tumbarte en la terraza para ir cogiendo colorcillo.

Así que estando las cosas en esta tesitura, ahí os quedáis, summer lovers, con vuestro verano, vuestros treintayochogrados a la sombra, vuestro mosquitos tigre, vuestras playas con overbooking y medusas y vuestro estrés por pasar el mejor verano de vuestra vida, que yo me quedo esperando al invierno, al peli, sofá y manta, a la bufanda y los guantes y a los suéters que tapan el michelín. Al menos, hasta Nochevieja.

¡Un abrazo chillao!
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domingo, 26 de agosto de 2018

London calling (II). Lugares de obligada visita cuando viajas con niños



Londres ofrece tantas posibilidades de ocio, cultura y diversión que es posible que si me meto a fondo con este tema, acaben de restaurar el Big Ben y yo siga escribiendo. Porque por si no lo sabes, si tienes mucho interés en ver el Big Ben, deja tu visita para el año 2021; antes solo verás un montón de andamios. Pero dejando de un lado este pequeño contratiempo, Londres bien necesitaria una estancia de un par de meses si es que queremos ver todos los lugares que merecen la pena. Como eso igual nos sale un poco caro, aquí os dejo los lugares que sí o sí tenéis que visitar si habéis viajado con vuestras fierecillas. Podéis pinchar en el nombre de cada uno de los sitios para ir a su web oficial.

Así os lo conté por stories de Instagram


Tiendas M&Ms y Lego.

Ambas entre Leicester Square y Picadilly Circus. En la primera, cuatro plantas dedicadas al chocolate y como plus, si te pasa como a mí y gozas viendo cosas ordenadas por colorines, lo vas a flipar. Es cara si compras merchandising, pero si coges una bolsita y te echas de los tubos de las paredes, te costará 1,99£  los 100g. Aún así, puedes entrar, echar un vistazo, hacerte fotos y no comprar nada, que no te llamarán la atención, pero resístete si puedes.

   


La tienda Lego debería ser de obligada visita aunque fuera para ver el Big Ben de Lego, o la cabina de teléfonos. Eso sí, calcula que cualquier cosa que vayas a comprar te va a costar entre un 15 y un 20% más caro que en cualquier juguetería española, pero también es verdad que si eres friki de la marca, allí vas a encontrar ediciones exclusivas, todas relacionadas con la ciudad y sus iconos.

  


En Regent St. Cinco plantas de juguetería. La diversión comienza en la misma puerta, donde suelen hacer animaciones para los peques. Dentro, un buen número de dependientes hacen demostraciones de los juguetes, teatrillos, shows... Tampoco te pierdas la reina Isabel de Lego, ni la sección de Star Wars que hay en el sótano, con un Kylo Ren empuñando su espada láser, también construído de Lego. 


  



La entrada principal está en Cromwell Road, pero hay otra en Exhibition Road en la que suele haber menos cola. Si llegas temprano, pide el backpack de explorador, aunque nosotros no lo hicimos y se lo pasaron de muerte. Las colas a primera hora son kilométricas, pero van muy rápidas, aunque nosotros llegamos alrededor de las 11´30 de la mañana y pasamos directamente. La entrada ya impresiona, unas escaleras mecánicas te meten en el centro de la Tierra para conocer los entresijos de los volcanes y los terremotos. Por cierto, si entras al supermercado japonés, podrás vivir un terremoto en vivo y en directo. Calcula que vas a tener que comer en el Museo, porque en una mañana es literalmente imposible verlo, más si vas con peques. Existen varias cafeterías por el Museo, en las que tomar un sándwich o una ensalada, puedes tomar una riquísima hamburguesa en el T-Rex Grill, el restaurante del Museo - nosotros comimos allí - o llevarte algo de casa e ir a la zona de picnic que hay en la planta baja. Pero lo que no os podéis perder de ninguna de las maneras es el Investigate Center. Al lado de la zona de picnic, se trata de un laboratorio para los más peques, en los que podrán realizar sus investigaciones científicas con piezas auténticas como distintos fósiles de animales, plantas, insectos, ejemplares marinos, minerales... Podrán tomar notas, mirarlos con el microscopio, pesarlos, medirlos y recibir las explicaciones y consejos de los investigadores profesionales que están allí para ayudarles. Todo ello en inglés, eso sí, pero son bastante pacientes para que hagáis de traductores a los peques. No hay que reservar, solo esperar en la puerta a que te den las instrucciones y normas de la sala de investigación. 

Investigate Center y entrada a la
exposición del Museo de Historia Natural


Diana Memorial Playground.

Está en Kensinton Gardens, pero no te confundas, no está cerca de The Serpentine, ese cutremonumento que se les ocurrió para homenajear a Lady Di que consiste básicamente en una acequia para meter los pies. Para encontrarlo, pon en Google Maps Broad Walk o directamente, Diana Memorial Playground. Está abierto hasta las 19´45 en verano (una hora menos en invierno) y hay monitores que hacen actividades con los niños. La entrada es gratuita, aunque está controlada por un guarda. No pueden entrar niños solos, como es lógico, pero tampoco pueden entrar adultos que no vayan acompañando a niños. Es más, si vais en grupo y entráis primero con los niños y el resto de adultos quieren entrar más tarde, tendréis que ir a la puerta a buscarlos. Los adultos que no vayan acompañando a niños que quieran visitar el parque pueden hacerlo de 9 a 10 de la mañana, una hoara antes de la apertura general ¿Y qué vais a encontrar allí? Pues tipis indios, un barco pirata de madera enorme, arena, riachuelos, tesoros, barcas colgantes... en fin, una fantasía inspirada en el mundo de Peter Pan que hará las delicias de niños y grandes.

Hacer el indio y pasarlo pirata: definición gráfica



          



Museo Británico.

Olvídate de verlo entero con niños, imposible. Si a un adulto a buen ritmo le llevaría un par de días o tres ver todas las piezas, con niños es inabarcable. Pero eso no quiere decir que no podáis disfrutar de lo más significativo y de aquello que a los niños les llama más la atención. Las momias es un ejemplo clarísimo de ello. A la entrada, en el Hall principal, podéis pedir unos cuadernillos de actividades para los niños (hay para diferentes edades y secciones del Museo). Como nosotros ya conocíamos el Museo de viajes anteriores, nos centramos exclusivamente en la parte de Egipto. Los cuadernillos que pedimos llevaban actividades como buscar momias de distintos animales o encontrar determinadas piezas.


A lo largo de todo el Museo podréis encontrar sesiones táctiles o hands on donde os permitirán tocar objetos reales, algunos con cientos de años de antigüedad. Además, los voluntarios del Museo - generalmente, profesores de Historia y de Arte ya jubilados - os explicarán con muchísima amabilidad la procedencia e historia de cada objeto. Podéis consultar las salas en las que se encuentran estas actividades aquí. No tenéis que reservar, solo buscarlas y esperar vuestro turno. Las explicaciones son en inglés, los objetos se pueden tocar de uno en uno y solo una persona por cada objeto y os recomiendo que seáis un poco prudentes con las fotos, aunque se pueden fotografiar todos los objetos, a los voluntarios no suele hacerle mucha gracia salir en ellas. 


Situada muy cerca del puente de Londres, es una de las visitas obligadas de la ciudad. En ella podremos ver las Joyas de la Corona, el lugar de ejecución de personajes tan ilustres como Ana Bolena, las armaduras de Enrique VIII y Carlos I de Inglaterra o los uniformes militares de los reyes del siglo XIX y XX. De todos los sitios que os he recomendado, este es el único que no es gratuito, pero la visita merece la pena. Si compráis la entrada online, os ahorraréis un 15%. Además, existe un pack familiar para dos adultos y hasta tres niños que cuesta 57´80 £ (también lo hay para un adulto y hasta tres niños por poco más de 40 libras). Los niños menores de cinco años no pagan. 



La Torre de Londres se compone de varios edificios y en todos ellos hay que hacer cola para entrar, normalmente en el patio exterior, así que os recomiendo encarecidamente que cuando vayáis a organizar vuestras visitas, tengáis muy en cuenta la previsión meteorológica. Nosotros no lo hicimos y nos pilló un aguacero enorme, con lo que nos perdimos la visita guiada que hacen los Yeoman o beefeaters, muy teatral y divertida (ya la habíamos visto anteriormente). Para los niños también podemos pedir unos cuadernillos a la entrada en los que aparecen unos personajes que los niños han de buscar por todo el recinto. En cualquier caso, en la Torre suelen hacer muchas actividades para niños y las podéis consultar en su página web. 


Como plus para los padres, os recomiendo ver el documental The Coronation antes de visitar las Joyas de la Corona. Os impactará ver la parafernalia y el simbolismo que rodea a la ceremonia de la Coronación en la monarquía británica y luego os hará mucha ilusión ver los objetos que se utilizan en la misma, aunque ya de por sí son una pasada, con tantas piedras preciosas y tanto dorado. Vamos, las Salazar serían felices allí. 



Joyas de la Corona. Imagen cortesía de Historic Royal Palaces

Además de estos, existen cientos de sitios que os encantará visitar en Londres, como Covent Garden, donde siempre hay algún espectáculo de magia, teatro o danza en la calle, Carnaby Street, muy colorida, Chinatown, Notting Hill... ¡lo difícil en Londres es aburrirse! 

Espero haberos ayudado un pelín a escoger los sitios que vais a visitar y ya sabéis, si os queda algo por ver, ¡siempre es buena idea volver a Londres!

¡Un abrazo chillao!
               


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domingo, 19 de agosto de 2018

London calling (I). El transporte

Londres necesita pocas presentaciones, porque probablemente sea una de las ciudades más icónicas del mundo. Películas, canciones y nuestros propios libros de inglés del cole hacen que cuando visitas Londres por primera vez sientas que ya habías estado allí. Yo he viajado a Londres varias veces y cada una de ellas ha sido distinta a la anterior, pero quizá está última haya sido la más especial, porque he podido verlo a través de los ojos de mis hijos. Viajar a Londres con niños es, como ya os comenté por Instagram, bastante cómodo, porque la mayoría de los sitios tienen en cuenta a los pequeños turistas y están preparados para recibirles.
Hay decenas de blogs y webs que tienen una información buenísima sobre hoteles, transportes y actividades en Londres con niños, así que no voy a descubrir nada nuevo con este post, pero aún así, aquí os dejo mi experiencia por si os sirve de ayuda.

Para no hacer muy cansino y laaaargo el post, lo voy a dividir en varios posts más cortitos, empezando por el tema del transporte.

Lo más cómodo es, sin duda, alquilar un taxi que nos lleve desde el aeropuerto hasta el hotel, pero cuando vas con niños, corres el riesgo de que se te presenten sin sillitas de coche, sobre todo si vas con más de un niño. Existe la opción de ir en tren y para eso hay varias opciones, de las que personalmente conozco dos: Gatwick Express y Southern Railway. La primera te lleva desde el aeropuerto hasta la estación Victoria y la segunda hace paradas en distintas estaciones, como St Pancrás, Kings Cross, Paddington o Waterloo. Dependiendo de la zona en la que os alojéis, podeís buscar la estación que os pille más cerca, que seguro que hay alguna cerca, ya que en la ciudad de Londres hay ocho estaciones de tren principales. El coste de los billetes para dos adultos y dos niños es de unas 35£ , podéis comprar los billetes online y por los horarios no os tenéis que preocupar porque pasan cada diez minutos, aproximadamente. 

Foto cortesía de TripAdvisor
Una vez en Londres, lo mejor es conseguir una tarjeta Oyster (en cualquier estación de metro hay máquinas) y moverse en autobús. La tarjeta se recarga con un mínimo de 5£ y hay que dejar una fianza de otras 5£, que te proporcionan un viaje de emergencia si te has quedado sin saldo en la tarjeta. Cuando cancelas la tarjeta, te devuelven la fianza. El precio de cada billete de autobús con la Oyster es de 1,5£ con un máximo diario de 5£ (si coges más de cuatro autobuses al día, solo pagas los tres primeros y 0,50£ del cuarto, el resto son gratis). Además, si coges más de un autobús en una hora, solo pagas el primero. Los niños no pagan en ningún autobús. Por otro lado, si vas con carrito de bebé, no es necesario cerrarlo (a menos que no haya sitio, en cuyo caso te lo indicará el conductor), ya que hay un espacio reservado para sillas de ruedas y carritos de bebé. 


Y mucha atención a esto que te voy a decir ahora: NI SE TE OCURRA COGER UN HOP ON - HOP OFF, es decir, esos autobuses turísticos descubiertos, que te va a costarr un mínimo de 30£ por adulto; la línea 15 sale de la Torre de Londres, pasa por Trafalgar Square, Catedral de San Pablo y Picadilly, desde donde puedes coger el 148 que te llevará a Hyde Park, Buckhingham Palace, Westminster Abbey y el Big Ben (está en obras hasta el 2021, así que si vas antes, solo verás un montón de andamios). La línea 159 también hace un recorrido similar. 

En cualquier caso, aunque Londres es una ciudad enorme, mi consejo es que combinéis el bus con el pateo de la ciudad. Londres es mucho más que la Abadía de Westminster, el Big Ben o Trafalgar Square y la mejor manera de conocerla es, sin duda, paseando por sus calles, si el tiempo lo permite.

En el próximo post os cuento los sitios que sí o sí hay que visitar con peques.

¡Un abrazo chillao!
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