lunes, 23 de marzo de 2020

Capítulo 2. Eduardo VII, el tío de Europa.

En el capítulo anterior descubrimos que a Victoria y a Alberto les gustaba más darle a la mandanga marital que a un español comprar papel del váter, y claro, tanta efusividad conyugal tuvo sus consecuencias. Cinco hijas y cuatro hijos más bonitos que un sanluís. Las chicas fueron casadas con mozalbetes tan regios y nobles como ellas, dejando a su vez una descendencia que enraizaría con las casas reales de toda Europa. Su hija Beatriz, la más pequeña de todos, se casó con Enrique de Battenberg, y su unión pronto daría como fruto a la pequeña Victoria Eugenia de Battenberg, que posteriormente se casaría con Alfonso XIII y más posteriormente sería la bisabuela de nuestro actual rey, Felipe VI.

Pero no nos adelantemos, que para eso aún falta más de un siglo. De todos sus hijos, del que nos vamos a ocupar hoy es de Alberto Eduardo, Bertie para los amigos, porque es el llamado a reinar tras la muerte de su madre. Bertie era un niño muy sociable, despierto, simpático... pero lo que es listo, listo, no les salió.
Aquí Berti vestido de domingo
Os podéis imaginar el drama. Que si el niño nos ha salido tonto, que si vamos a ponerle un profesor particular, que si mira el zagal de los vecinos, que lo saca todo matrícula... Al pobre lo agobiaron lo que no está en los escritos. Pero hete aquí que con dieciocho años les dijo a sus padres "ahí os quedáis" y se fue a estudiar a Oxford. Pues va el tío y empieza a coleccionar sobresalientes como si no hubiera un mañana. Moraleja: no agobiéis a las criaturas.

Cuando acabó los estudios se fue de gira por EEUU, a lo Rosalía pero sin chándal deluxe y sin uñas y a la vuelta, lo mandaron a Alemania, supuestamente a hacer cosas de príncipes, pero su madre, que era muy lista, ya lo tenía todo organizado para que casualmente, Bertie se encontrase con Alejandra de Dinamarca, una muchacha muy limpia y de muy buena familia. La cita se desarrolló por los cauces previstos y Bertie pagó la cena, porque él era muy caballero y entonces lo del feminismo no lo petaba mucho. 
Alejandra, ¿tendrías una segunda cita con Bertie?
Después de varias citas, la cosa se puso seria y Bertie le hizo la pregunta: ¿quieres que mi madre sea tu suegra? La incauta le dijo que sí - sin saber lo que se le venía encima - y Bertie se puso tan contento que decidió que lo mejor iba a ser darse la vida padre antes de casarse, por si luego no podía. El zagal tenía cara de enterrar a gente en el jardín, pero cuando eres príncipe de Gales, duque de Cornualles, conde de Chester y caballero de la Orden del Cardo, esas cosas no importan. Total, que estando en Irlanda de maniobras, una noche Bertie salió a tirar la basura y al volver, sus amigos le habían abierto la puerta de su tienda a una actriz llamada Nellie Clifden y, sin querer, se acostó con ella. Varias veces. El padre de Bertie, Alberto, se enteró de que su hijo era un poco golfo, más que nada porque todo el mundo hablaba de ello y fue a leerle la cartilla, con tan mala suerte de que se volvió a casa con fiebre tifoidea y se murió. 

Yo no sé si os hacéis una idea de cómo le sentó esto a Victoria (spoiler: mal). Si ya le tenía tirria a su hijo Bertie por ser un crápula, que su adorado Alberto se contagiase de fiebres tifoideas por ir a echarle la bronca fue el remate del tomate. "No puedo, ni podré, mirarlo a la cara sin estremecerme", dijo Victoria, lo que traducido quiere decir "si se me pone por delante, le arranco la cabeza".

Dos años estuvo sin hablarle a su hijo; aún así, la reina Victoria se las apañó para organizar la boda de su hijo con Alejandra, a la que tampoco volvieron a preguntar si se quería casar con este señor. Ella ya había dicho que si y santa Rita, Rita. Cuando hablamos de organizar la boda, nos estamos refiriendo a que la reina le dijo a Alejandra el día y la hora a la que tenía que estar en el castillo de Windsor y poco más, porque la pobre pintaba poco en todo esto. ¿Y por qué en Windsor y no en Westminster? Pues por dos razones. La primera, porque a la reina Victoria le salió de las narices. La segunda, porque a la reina Victoria le dio la gana. La mayoría de los parientes de Alejandra no fueron invitados y a las señoras se les restringió la gama de colores que podían vestir al gris y al lila. Pero no es que la reina le guardase rencor a su hijo ni nada de eso. Qué va. 

Alejandra el día de su boda, antes de saber la suegra que le había tocado en suerte
Después de la boda, la relación entre suegra y nuera se desarrolló de la manera típica que se desarrollan estas relaciones: Alejandra tenía que informarla de cuando le iba a bajar la regla para que no coincidiese con los bailes de palacio. No me digáis que vosotras no lo hacéis. La relación de Bertie y Alejandra tampoco se salió de lo habitual en estos casos: la pobre Alejandra tenía más cuernos que el Mesón Taurino.  Cincuenta y cinco amantes confirmadas tuvo el bueno de Bertie, entre ellas la actriz Sarah Berhanrdt, la cantante Hortense Scheneider, la madre de Winston Churchill y atentos a esto, Alice Keppel, que dicho así no os sonará de nada, pero si os digo que esta señora, posteriormente tuvo una bisnieta que se llamaba Camilla, muy dada también a las relaciones extramatrimoniales con miembros de la realeza, igual atáis cabos. Se dice, se rumorea, que en realidad la abuela de Camilla era hija de Bertie, pero son rumores sin confirmar. 
Con tanto desgaste, el bueno de Bertie se ponía como el tenazas y acabó como vamos a acabar más de uno después de esta cuarentena, con obesidad y diabetes. 
"Bertie, cariño, tú no estás gordo, estás fuerte"
Fijaos si estaba obsesionado con zampar, que obligaba a sus invitados a pesarse antes y después de las cenas de palacio, para comprobar que se habían cebado a base de bien. La familia real mantiene esta costumbre y lo sigue haciendo en la cena de Navidad, y ya os imagináis que ma-to por ver a Kate y a Meghan en ese trance. Suponiendo que a Meghan la vayan a seguir invitando a cenar con la familia después de irse como se fueron (que conmigo eso no hubiera pasado, ni cotiza, pero ya es tarde para nosotros, Harry, ya es tarde).

A la muerte de la reina, Bertie subió al trono con el nombre de Eduardo VII y se le conoció como "el tío de Europa", porque pasaba como con los Montoya, los Heredia y los Amaya, que son todos primos. Sobrinos suyos eran el Zar Nicolás de Rusia (que era clavadico a nuestro próximo protagonista, Jorge V), Victoria Eugenia de España y Sofía de Grecia, su yerno era Haakon VII de Noruega, Federico VIII de Dinamarca, su cuñado y Carlos I de Portugal, su primo. 


Empezando por la izquierda, arriba: Haakon VII de Noruega, Fernando de Bulgaría, Manuel II de Portugal, Guillermo II de Alemania (ojito a él, que la va a liar gorda), Jorge I de Grecia, Alberto I (el guaperas) de Bélgica, Alfonso XIII de España, Jorge V de Inglaterra (el hijo de Bertie) y Federico VIII de Dinamarca. 

Pero como es lógico, entre tanta parentela, alguno tenía que caerle mal y le tocó a Guillermo II de Alemania, el típico sobrino listillo que te tiene HEMBIDIA y que luego se la liaría pardísima, vamos tan parda como la I Guerra Mundial. Pero eso ya os lo cuento en el capítulo 3.

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