Claro, date cuenta de que llamar al zagal por sus siete nombres era poco operativo, porque te pones a llamarlo para que venga a tomarse la merienda y, cuando llega, tiene la leche helada y las galletas más blandurrias que mi culo cuando acabe la cuarentena, así que decidieron llamarle David. Tanto gasto pa ná.
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David, que tenía pinta de ser un niño adorable, con su padre Jorge V, su abuelo Eduardo VII y su bisabuela Victoria |
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"Profe, que no he podido hacer los deberes porque estaba con mis cosas de príncipe heredero" |
No, a David, no le gustaba nada lo de ser rey. Lo de ser royal lo llevaba mejor y lo de que por ser royal le invitasen a todas las fiestas, ni te cuento. Como buen liante que era, se las apañó para que su hermano Bertie se enrollase con una amiga de Freda, Sheila Chisholm, que también estaba casada.
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David, Freda, Bertie y Sheila disfrutando de un fin de semana campestre y "taurino" |
- "Bertie, hijo, ¿tú quieres ser duque de York?
- ¿Y eso qué es?
- Pues básicamente seguir tocándote las narices, pero siendo duque.
- Posvale.
- Pues ya te estás olvidando de la pelandrusca esa y buscándote una novia como Dios manda".
Bertie, que lo que es mucha personalidad, no tenía, le hizo caso a su padre y casualmente, poco después conoce a Isabel Bowles-Lyon, más conocida como la Reina Madre, famosa por ser la embajadora de Beefeater en el mundo.
Esto no sentó nada bien a David, que escribió a Freda para decirle que si su padre pensaba que iba a dejar su relación con ella, estaba cometiendo el mayor error de su insignificante vida. Así tal cual. Y que lo odiaba y que Dios le maldijera. Casi nada.
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Una de las cartas que David le envió a su amante |
Hasta que un día de 1933 conoció a una mujer americana, divorciada, casada en segundas nupcias y con fama de tener una vida disoluta. Se llamaba Wallis Simpson. A todo esto, va el rey Jorge y se muere y a David le da un agobio que te mueres, porque por si no os había quedado claro, a David, que a partir de ese momento se convertiría en Eduardo VIII, lo de ser rey le superaba. Apenas seis meses después de morirse su padre, al nuevo rey no se le ocurrió mejor idea que irse de crucero por el Mediterráneo con Wallis, que estaba todavía casada con el señor Simpson. Lo que hubiera disfrutado Peñafiel en esta movida.
La cuestión es que durante años, nos vendieron el romance de Wallis y Eduardo como la mayor historia de amor de todos los tiempos, pero cartas que han aparecido después revelan una relación bastante tóxica, en la que Wallis trataba a Eduardo como basura, insultándolo y humillándolo, lo que por lo visto a él le molaba. ¿Y a qué se dedicaron Wallis y Eduardo? Pues a viajar, por ejemplo a Alemania, que es un país precioso, pero teniendo en cuenta que su padre tuvo que cambiar el apellido de la familia para que no se relacionase con los alemanes, igual buena idea del todo, no fue. Tampoco parece muy buena idea que en vísperas de la II Guerra Mundial, que volvió a enfrentar a Gran Bretaña con Alemania, el ex rey y su señora se fueran a visitar a Hitler. Sí, sí, a Hitler, ese señor del bigote y la esvástica.
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Wallis y Eduardo visitando a un amigo |
Por suerte para todos, la jugada le salió mal y acabada la guerra, el rey los mandó a Bahamas, donde el duque de Windsor ejercía como gobernador. La reina Isabel (madre de la actual Sumaje) prohibió a todas las mujeres que se relacionaban con Wallis que le hicieran reverencias y que la tratasen de alteza, lo que a Wallis le cabreó como a una mona.
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Wallis y Eduardo, sufriendo el durísimo castigo de estar confinados en Bahamas. Es increíble lo que el ser humano puede llegar a soportar. You could be heroes. |
Después de una temporada en Bahamas, sufriendo lo indecible, decidieron que ya estaba bien de vivir aquel infierno y se mudaron a París. En Francia, donde hacía más de doscientos años que habían acabado con la monarquía, los veían como algo exótico y los invitaban a fiestas donde los lucían como monos de feria. Se dice que Eduardo hacía miles de regalos a su mujer, como joyas de Cartier y de Van Cleef, pero por lo que fuera, se le olvidaba pagarlas, lo que por supuesto, despertaba los cuchicheos y los chascarrillos de la alta sociedad francesa, con el consiguiente mosqueo de Wallis.
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"Wallis, ve saliendo tú, que viene por allí el dependiente de Cartier. Corre, Wallis, corre" |
Eduardo murió en 1972 sin dejar descendencia, pues las malas lenguas dicen que su amor por Wallis era más platónico que otra cosa y que jamás la tocó ni con un palo. En cualquier caso, los últimos años de Wallis transcurrieron entre la demencia y el alcoholismo. Se comenta que apenas se alimentaba más que de lechuga y vodka. Al fallecer, legó la mayor parte de su herencia al Instituto Pasteur, lo que sorprendió a la familia real, dado que Wallis jamás se interesó por las obras de caridad.
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Wallis en el entierro de su marido, acompañada por su cuñada, la reina Isabel |
Wallis fue enterrada en el Cementerio Real de Frogmore, junto a su marido, en dos sencillas tumbas en el jardín, sin duda muy alejadas de la pompa y el boato que ella creyó merecer.
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Tumbas del rey Eduardo VIII y de Wallis, cuya única inscripción fue "Wallis, duquesa de Windsor" |
Brillante texto, espléndida y divertida escritora. Una joya actual de redacción.
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