Desde hace doce días estamos asistiendo en riguroso directo al ejercicio de exhibicionismo más bochornoso que he visto en los últimos treinta y cuatro años, desde que Omayra prácticamente murió en directo ante las cámaras de medio mundo. Desde hace doce días se nos está retransmitiendo el minuto a minuto de la agonía de una familia, de un pueblo y de una sociedad que parece necesitar un ejercicio de catarsis colectiva para soltar todo el fango que llevamos acumulado. Y cuando digo que se nos está retransmitiendo en directo, lo digo literalmente; no son pocos los medios de comunicación que emiten a través de la señal de vídeo en directo, desde el Cerro de la Corona, los movimientos de las máquinas que trabajan sin descanso por llegar a donde - se cree - se encuentra el pequeño de dos años. Lo que pueden aportar a la sociedad doscientas ochenta y ocho horas de señal en directo de trabajos de ingeniería, lo desconozco. Lo que sí sé es la sensación de bochorno que me provoca todo lo que se ha generado alrededor. Imágenes como las de los padres completamente destrozados, con música dramática de fondo, venga, dale, que se le pongan los pelos de punta al telespectador, que llegue hasta las lágrimas, por si la sola visión de esos padres, que deben estar muertos en vida, no consigue emocionarlos. Expertos de todo tipo y condición, ingenieros civiles, geólogos, criminólogos, investigadores de sucesos, psicólogos, todos ellos licenciados en sabelotodismo, dando su inestimable opinión sobre encamisados, microvoladuras, compactación de materiales y otra serie de conceptos que, probablemente, hace un mes, ni conocieran. Y por supuesto, que no falte su figura mediática, Juan José, erigido en patrón de las desgracias y convertido en portavoz de una familia que, con toda seguridad, ahora mismo no sabe ni por donde le da el aire. Pero bueno, no pasa nada, aquí él ha venido a ayudar - eso dice - y ayudar se traduce en salir ante las cámaras diez días después de que el pequeño cayera al pozo, diciendo que todos en la familia - incluyéndose a él mismo - están deseando volver a abrazar al niño y verlo correr por su barrio de nuevo, con su triciclo (eso es, Juan José, venga, que ya casi has hecho llorar ya a los espectadores, tú puedes). Ayudar se traduce en mencionar al niño en un acto político, diciendo que todo el Partido Popular está contigo, campeón. Ayudar se traduce en pedir a los espectadores que llenen todas las redes sociales de corazones, que oye, esto en realidad no vale para nada, pero así nos sentimos útiles y sobre todo, parte de la tragedia. Ayudar se traduce en grabar vídeos para su Facebook en los que nos recita su currículum vitae y nos dice que a él no lo critiquemos, que no tiene necesidad ninguna ni de estar ahí con la familia pasándolo mal, ni de meterse en política, pero que la prisión permanente revisable, bla, bla, bla. Juan José, que no es el momento.
Estoy muy segura de que todos, sin excepción, desearíamos que esta desgracia tuviera un final feliz. No tengo ninguna duda de que todos iríamos a excavar con nuestas propias manos si supiéramos que así íbamos a ayudar en algo. Y estoy totalmente convencida de que no necesitamos este exhibicionismo, esta manera de llevar el dolor al salón de casa, a la tertulia del bar, a la conversación de la cola de supermercado. No necesitábamos ver el dolor en directo para compartirlo.
Nota: Este post no tiene fotografías y la no utilización del nombre del niño es intencionada.
Totalmente de acuerdo. Ese oportunista, y los políticos que se lo permiten no tiene vergüenza. Y sobre las tv... poco soy de tv pero es q últimamente ni la encendemos porque es repugnante.
ResponderEliminarEs de un morbosismo de no dar crédito... por no hablar de los 200 comentarios afirmando cosas de lo más surrealista que te envían como dogmas de fe...que si el pozo ilegal era para meter drogas, que si ha sido el padre, que si la cadena de oración ... y yo, que no tengo secretos y me resbalan los pensamientos, en estos casos prefiero callar (pero solo en estos).
ResponderEliminarPara mi, a mis 33 años, el sensacionalismo llegó muy pronto: con la desaparición de las niñas de alcasser. Yo era niña, y mi padre siempre veia las noticias e informe semanal... ni le vi entonces, ni veo ahora la necesidad de retransmitir casi las 24h cualquier tipo de catástrofe, desaparición, asesinato ect... me da pena en que se convierte el dolor de una familia, la imagen de un pueblo y el recuerdode un niño.
ResponderEliminarLa gente siempre quiere más, si hasta he visto en programa de los "mas o menos serios" como medían el diámetro de una papelera... ¿vale todo?, dejen ya de tanto machacar, id informando, pero sin amarillismos morbosos de por medio!
Y al padre de Mari Luz, señor, siento mucho el dolor de la pérdida de su hija, eso nunca se supera... pero no haga de cada desgracia su padecimiento personal, que ya cansa.
Un saludo,
Marien
No he visto la tele precisamente por estas cosas. Es mi pequeña rebelión. Eso sí, entro en Google varias veces al día para informarme porque, como dices, todos deseamos que saquen al niño. Y selecciono que titulares abro para leerlo.
ResponderEliminarUn nudo en la garganta me has puesto, he recordado a Omayra, que horror...
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo, es bochornoso.Por no hablar de las distintas teorías que tiene la gente, que parece que hayan estudiado todos criminalistica.